CUANDO CUMPLES AÑOS
Es una marca más en el calendario, y tratas de asumirlo como tal. Después de todo – te dices – los grandes cambios no se dan necesariamente el día en el que cumples años. Pasa cuando pasa y no siempre cuando se quiere. Los cambios hay que asumirlos y, luego, hasta darles día y hora en la bitácora de vida y señalarlos como puntos de quiebre con los que se van construyendo los recuerdos. Es un día más y punto. Meditaciones como esa a veces te aplastan por un rato el día del cumpleaños, hasta que te das un duchazo. Después, frente al espejo, ya despierto, te dejas de meditaciones algo cojudas y armas tu agenda mientras sorbes un buen café, te fumas el primer cigarrillo y te sumerges en el trabajo. Hace ya mucho tiempo que has entendido que el mundo no va a mover una pestaña por ti esa mañana.
Sin embargo, cumplir años te permite recibir el cariño infaltable de la familia, con un toque mayor de ternura ese día. Te ayuda a recordar cuánto te quieren los amigos y cuánto los quieres por aceptarte como eres. Y, claro, engreírte en el regazo de quien te ama. Entonces comprendes que tienes un mundo personal que sí altera su rotación para quererte un poco más.
Cumplir años puede llevarte a recordar lo vivido (con todo lo malo, lo bueno y lo feo que te haya pasado) y puede orillarte a pensar en lo que viene. Ciertamente cada quien sabe cómo manejar lo suyo.
En mi caso siempre me sirve para reencontrarme con los seres que quiero y que tengo cerca, y también con aquellos que están lejos, pero que se las ingenian para comunicarse conmigo a veces con un largo, muy largo abrazo en la distancia. Lo importante de cumplir años es, entonces, confortarte con el cariño de quienes te quieren. Basta con eso para saber que no estás haciendo tan mal las cosas si recibes tantos saludos espontáneos. El cariño es recíproco para cada uno de ustedes.