Por Manuel Arboccó de los Heros
MARITZA ES UNA LINDA JOVENCITA QUE ESTUDIA en una universidad limeña, trabaja medio tiempo como para ganar algo de dinero que la ayude con los gastos, aún vive con sus padres, es dueña de un gato al cual le puso por nombre Brad (por el actor estadounidense) y le encanta usar las redes sociales como Twitter, Whatsapp y Facebook, pero de los tres, su preferido es este último.
En su Facebook ella suele postear mensajes, bendiciones, frases célebres, videos virales, así como paisajes y fotos de todo tipo, en especial fotos de ella y su círculo más próximo. Por ejemplo, suele colocar a menudo fotos a los lugares donde viaja, siempre señalando lo feliz que es, a pesar de que Maritza está muy lejos de ser una persona feliz. Claro, una cosa es pasarla bien en un viaje y otra es ser feliz. Y ella lo sabe, pero le consuela que los demás no lo sepan. Así que cada vez que puede nos contagia a todos con sus imágenes y afirmaciones de full actitud positiva, al mejor estilo de gurú mexicano o libro gringo de autoayuda. Gracias por eso, Maritza.
Por supuesto, suele subir imágenes acompañadas de leyendas que hablan de lo muy importante que es la familia, a pesar de que ella hace años ha dejado de querer a la suya y, muy por el contrario, espera poder ganar más dinero en un futuro trabajo mejor remunerado para mudarse y alejarse cuanto antes de esos dementes con los que comparte techo y a quienes ya no soporta más.
Maritza suele también subir fotos con su ya canoso padre, recordándonos lo mucho que lo quiere y eso de que hay que perdonar los errores de nuestros progenitores, pues son tan humanos como nosotros. Lo curioso es que Maritza aún no ha perdonado completamente a su padre, desde que este sacara los pies del plato y ella se enterara de que además de su abusivo hermano mayor Raúl tiene un medio hermano menor llamado Andrés, de cuya existencia la mamá de Maritza desconoce. Papá la sobornó con un lindo viaje de vacaciones a Río de Janeiro y Maritza se tomó fotos en Ipanema y lo compartió en su Facebook.
No faltan en el Facebook de Maritza fotos con los compañeros de estudios y de trabajo, siempre bromeando, siempre divirtiéndose y yendo a lugares muy lindos, tomando unos traguitos e intercambiando sonrisas, algunas fingidas y abrazos sospechosamente cálidos. Lo que ella no comparte –y está en todo su derecho– es lo mucho que detesta a algunas de esas reprimidas compañeras y superficiales compañeros, en especial al jefe de su trabajo de medio tiempo, un jovencito sin mayor talento que al haber salido de una muy publicitada (y costosa) universidad, de esas que ‘blanquean’ y que por esa razón se siente un Einstein, además de un Adonis. Maritza sabe que ni el C. I. ni el físico del improvisado jefecito dan para tanto y no ve la hora de conseguir otro empleo. Pero por ahora, modela para la foto.
Maritza suele hablarnos del esfuerzo, la caridad, la importancia de la lectura y el cuidar lo que comemos. Curiosamente Maritza suele ser floja, muy poco de compartir, para nada lectora –de hecho, se aburre en la primera página de cualquier texto y por eso sufre mucho en la universidad– y suele comer muy mal por no decir que come desperdicios. Pero a pesar de estos detalles tan humanos, Maritza es una buena chica.
Maritza suele también colocar en su Facebook el dolor y la impotencia que le genera ver esas noticias tristes que nos llegan por televisión, como lo visto por todos en las noticias con los países vecinos, ataques criminales a Francia, matanzas desquiciadas en los Estados Unidos, por citar un par de lamentables ejemplos. Sin embargo, cuando las matanzas y los actos de injusticia y terror ocurren aquí nomás, en algún hospital de provincia o en los cerros que rodean Lima o en algún país africano donde un dictador abusa permanentemente de su pueblo o cuando una potencia militar y económica llena de misiles un pueblo árabe por negarse a aceptar la invasión, Maritza curiosamente no dice nada. Nada.
¡Cómo podemos olvidar en este recuento los muchos selfies que Maritza sube al Facebook! Y es que a cada lugar que va, a cada restaurante, playa, cine, bar, y hasta saliendo de la ducha, ella tiene presta su cámara de celular para fotografiarse y subir la instantánea agradeciéndole al Señor por la vida, la suerte y la seguridad que posee. Maritza no nos dice nada de lo fea, desgraciada y torpe que se siente, sensaciones que fueron instaladas en su mente y en su corazón por un trabajo maquiavélico de su madre, su hermano Raúl y su primer enamorado, un idiota e infeliz al que conoció en la facultad, cuando aún su corazón estaba cargado de esperanza, ingenuidad y autenticidad.
Post data: Por si acaso, Maritza no existe. Pero cualquiera de nosotros puede ser Maritza.
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M.A./ 4 de marzo 2017
Disponible en:
http://www.elperuano.com.pe/edicion-20170304-5663.aspx