Anoche asistí al teatro García Lorca, ubicado dentro de las instalaciones del Centro Español del Perú, de la avenida Salaverry. Por una placa recordatoria que vi en una pared de la entrada, supe que había sido remodelada y reabierta desde hacía varios años, pero que solo, recientemente, se estaba dando una intensa campaña para colocarla como una interesante alternativa entre las pocas salas de teatro que hay en Lima. Ojalá sea así.
Ahora bien, fui al teatro porque quería ver la obra “La visita del Bolívar” escrita por Herbert Morote, dirigida por Ruth Escudero y que contaba con actores interesantes como Mario Velásquez, Cristhian Esquivel y Enrique Avilés. Además, en el resumen de la obra, se hablada de un encuentro (ficcional hasta cierto punto, se dice) entre el político Bernardo Monteagudo (Cristhian Esquivel) y el libertador Simón Bolívar (Mario Velásquez) quien, para ese momento de la obra, ya ejercía poderes casi absolutos en el Perú. En ese encuentro se enfrentarían tanto la prudencia, el patriotismo y hasta el espíritu democrático de Monteagudo con los afanes totalizadores, dictatoriales y egocéntricos de Bolívar.
Interesante propuesta que – desde mi punto de vista – corría el peligro de mostrarse plano y, quizás, excesivamente ilustrado; sin embargo la presencia del sirviente Lucero (Enrique Avilés) con sus intervenciones ocurrentes y, principalmente, trabajando como la voz que va comentando los momentos que se van presentar en cada acto, desde un tono socarrón y desde una perspectiva popular, logran equilibrar aquellos otros diálogos en donde se habla de hechos históricos que fueron marcando la vida nacional del país de esos tiempos. Y aunque nunca aparece, hay un personaje femenino, Manuela Sáenz, de quien se presume corría un romance con Monteagudo, mientras se acercaba a Bolívar.
Con todo ello, tanto el autor de la obra como la directora logran amalgamar un montaje que cumple con su proyecto. Una obra amena, aleccionadora, en donde, de paso, se perciben los caracteres de los personajes bien trabajados.
Me pareció innecesario un cuadro en donde ambos personajes trabajan con un micrófono de pedestal para parodiar un discurso político, sentí como se descomponía la buena estructura teatral que se había logrado. Sin embargo, bien pudiera que hayan querido parodiar la odiosa, larga y aún vigente forma de usar la demagogia en este nuestro peculiar país. En todo caso, tampoco desmerece la obra.
La noche que me tocó asistir hubo poca asistencia. Me explicaron que asistía mucho más público los fines de semana. Ojalá. Lo cierto es que la obra es lo suficientemente buena como para no perdérsela. El precio es moderado, y aunque movilizarse por Lima en las llamadas horas punta se ha vuelto un martirio, bien valdría la pena el esfuerzo.
Tengo entendido que la productora, Diva Producciones, le ha puesto todas las ganas y que tiene muchos buenos proyectos para difundir eventos culturales. Entonces, habría que apoyarla asistiendo a esta obra que, como dije, vale la pena.
Las funciones van hasta la primera semana de junio. Éxitos.