Parte de mi vida está dedicada a la enseñanza. Parte de esa enseñanza tiene que ver con el enrevesado curso de gramática castellana. Ni modo, no es el curso más popular, pero su comprensión y manejo se hacen fundamentales para acceder a estudios superiores. Ahora bien, de tanto en tanto, debo recordarles a mis alumnos que en el Perú hay mas de 70 lenguas repartidas entre la amazonía y la sierrra peruana, y que cada una de esas lenguas representan a comunidades culturales respetables.
Lamentablemente, les explico, cada uno de grupos culturales está perdiendo espacio y población, lo que en buena cuenta quiere decir que su disolución es sólo cuestión de tiempo. Algunos de mis alumnos reniegan entonces de mis afirmaciones, pero tampoco pueden argumentarme mayor cosa en contra. Las cifras muestran (cuando no las cifras, frías e imperturbables) que actualmente el 90% de la población se comunica en castellano, ya sea como lengua materna o como segunda lengua; pero que lenguas como el quechua y el aymara, por no mencionar a aquellas amazónicas, van perdiendo generación tras generación un buen número de hablantes. No es sólo cuestión de que se pierda tal o cual código verbal, sino que esa pérdida implica la extinción de una gran riqueza cultural. No obstante, la realidad es inobjetable y las ruedas del «progreso» avanzan hacia el futuro triturando todo aquello que no se acomode a la demanda de estos tiempos de globalización.
Encuentro un
informe importante que vale la pena compartir en el
Atlas de las lenguas del mundo publicado por la Unesco. En ella, se revela revela que de los 6.000 idiomas existentes en el mundo, más de 200 se han extinguido en las últimas tres generaciones, 538 están en situación crítica, 502 seriamente en peligro, 632 en peligro y 607 en situación vulnerable. Además, muestra la existencia de 199 idiomas que cuentan con menos de diez hablantes, con el consiguiente riesgo de acabar como
el eyak de Alaska, que desapareció el pasado año con la muerte de su última representante.
De América, destacan Brasil y México, con 190 y 144 lenguas en peligro, respectivamente, como países que poseen una gran diversidad lingüística y donde se están poniendo en marcha políticas que favorecen la recuperación de muchas de ellas. En Ecuador, con 20 lenguas en peligro, destaca la reaparición en los últimos veinte años del andoa, una lengua con cien palabras, y el zápara, tras ser ‘sustituidas’ por el quechua, pero que ahora se están empezando a recuperar. Por su parte, Bolivia cuenta con 39 lenguas en peligro, una de las cifras más bajas de la zona.
En el caso de Perú se habla de 62 las lenguas con riesgo, mientra que en Colombia llega 68 lenguas.
El informe establece cuatro niveles «de vitalidad»: «vulnerable» (los niños hablan pero se reserva al ámbito familiar); «en peligro» y «seriamente en peligro» (cuando la utilizan las personas de mayor edad), y «en situación crítica», ya que sólo la emplean ancianos y con escasa frecuencia.
Qué lamentable que sólo podamos observar cómo se diluyen muchos de los antedentes culturales que le han dado forma a este mundo contempóraneo implacable con su pasado.
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