PROHIBIDO PROHIBIR
En la avenida Brasil, en las cuadras que le pertenecen a Jesus María, hay unos avisos de dicha municipalidad en donde se promueve una campaña contra los graffitis. La imagen de un «spry» encerrado en un círculo rojo y con la clásica linea diagonal prohibitiva aparece una y otra vez. El alcalde Ocrospoma, seguro que, como buen político, ha escuchado la voz de los vecinos constituidos. Es decir, de aquellos propietarios que pagan sus arbitrios y a quienes no les debe gustar encontrar en sus fachadas esos dibujos rápidos con pulso nervioso o esos textos escritos al vuelo y que a veces pueden ser palabras sin sentido, pero que en otros, suelen ser declaraciones de amor, simpatías futbolísticas o, en todo caso, frases de protesta de cualquier consigna.
Como siempre, todo depende del cristal con el que se mire. He paseado
muchas veces en bicicleta, los domingos, por las ahora veteranas calles de Jesus María y he sentido como si el tiempo se hubiera detenido entre las fachadas de esos chalecitos de arquitectura tradicional. Ciertamente, muchas de esas calles no se han modernizado, pero conservan su edad madura con dignidad.
Está bien, señor Alcalde, usted hace lo que debe para darle a sus contribuyentes lo que piden. Sin embargo, es necesario aclarar que el término graffiti va mucho más allá que las pintas de mal gusto hechas por algun loco de amor o de otro tipo de locura. Los graffitis han pasado por largas etapas de maduración hasta convertirse en una forma de arte, todavía llamado «contracultural«, pero que ya empieza a ganarse un espacio como expresión artística contemporánea.
De las inscripciones hechas en aquellas paredes abandonadas por donde pasaba poca gente, de los primeras frases políticas hechas a toda prisa en medio de la clandestinidad, de los primeros dibujos bastante elementales que no discriminaban nada y lo permitían todo, el mundo de los graffitis se ha desarrollado inconteniblemente y sin perder ese perfil contestario y antisistémico. No creo que se pueda llegar a un consenso para la convivencia entre los que defienden el ornato público inmaculado con aquellos que buscan llenar los espacios en blanco de las paredes como si fueran hojas grandes de papel útiles para expresar sus demonios. Es más, si se diera esa posibilidad, es probable – supongo – que se estuviera perdiendo parte del espíritu constestario de los graffitis.
En el suplemento El Dominical de El Comercio, Enrique Sánchez Hernani escribe un artículo sobre le movimiento graffitero limeño, tomando como referentes a artistas de la calle como Naf, Ente, Pésimo, Seimiek y el colectivo Fumakaka. Aquí algunos fragmentos para quien no hubiese tenido la oportunidad leerlo:
Por el 98 también empezó a pintar Pésimo (cuyo nombre de pila es Edwin Higuchi). Él pintaba influido por lo que veía de Trans. En su barrio de Santa Catalina, además, vivían otros dos grafiteros con alguna calle, Cat y Nyet. Edwin, que todavía no era Pésimo, paraba con ellos y pintaba en la calle, aún en el colegio. Luego vino el primer concurso de grafiteros de Miraflores, el 98, en el Estadio Niño Héroe Manuel Bonilla, y allí nació Pésimo. En esa época no había tanta Internet pero sí una tienda que se llamaba «Mafia», en Caminos del Inca, para skaters, uno de cuyos dueños hacía graffiti. Edwin, que ya era Pésimo, iba por allí a chequear revistas y aprender de aerosoles. Se compró su primera revista a 15 dólares del alma, cuando el dólar pasaba los 3.50 soles. Pero le abrió el mundo grafitero.
Cuando se desarrolló el uso del Internet, Ente y Pésimo, y los demás de ese mundo, comenzaron a ver lo que se hacía en otras partes. Pésimo dice que ellos chequeaban Internet pero para evitar lo hecho, pues buscaban más autenticidad. Ambos se quejan que ahora otros grafiteros más chiquillos lo usen para copiarlos en las paredes limeñas. Ente arguye que cuando ambos empezaron a pintar, la onda era bien competitiva. Ente está de acuerdo en que el graffiti es un arte.
Y si ahora el inglés Bansky, cuya verdadera identidad se desconoce por su ubicuidad cuando pinta los lugares más insólitos de Londres, le ha dado su carta de legitimización, no es el único. Gente como Futura 2000 o El Parla suelen vender sus obras en miles de dólares. Y hasta hay bienales internacionales que convocan a grafiteros, como ya pasa en Sao Paulo, y un Día del graffiti. Ente y Pésimo también han sido llamados para exponer junto a pintores formales. Hasta dictaron un curso al aire libre, pared pintarrajeada mediante, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC-Lima) de Barranco.
LA MOVIDA ROCKERA
Pero todo no es Hip Hop. A los muchachos de Piratas Fumakaka les vacila más el rock. De hecho empezaron oyendo punk aunque ahora han ampliado su onda a otros géneros. PF está formado por Seimiek (en su casa le dicen Diego Cornejo), Ioke, Oso y el veterano Naf. Están juntos desde el 2002, pero pintan desde el 97. El colectivo ha trascendido los muros y han avanzado hacia una especie de esperpénticos muñecos, objetos escultóricos, que han colgado sobre alambres en algunas calles de Barranco. Todas sus esculturas están hechas con objetos de desechos.
PEDRO NAVAJA EN PUERTO NUEVO
Cuando la banda de los Nole, de la calle Loreto, saltaron a la cruda fama por agarrarse a balazos con Los Malditos de la calle Castilla, del Callao, a algunas autoridades chalacas no se les ocurrió mejor cosa que borrar unos inmensos murales que había por todo el puerto, las «lápidas callejeras», donde un artista de Puerto Nuevo, El Salsa, había pintado unos íconos de los caídos, a pedido.
A El Salsa (Alex Villanueva para su partida de nacimiento) de nada le valió ser el ganador del concurso de grafiteros del puerto. Él ya era célebre por haber pintado en el centro mismo de su barrio toda una cuadra con los más bravos soneros que en este mundo son: Héctor Lavoe, Celia Cruz, Maelo, Ismael Miranda, entre otros. El Salsa, a quien le gusta el Hip Hop, pero también la salsa y el reggaeton, dice que lo que él hace es por iniciativa de la gente de su barrio. Es el pincel de sus patas, de su «batería» como se dice hoy. Ahora ya no le dan permiso para pintar y está pensando en volver a hacerlo de manera clandestina, como empezaron todos en Lima. Su grupo, el Callao Cartel, alista sprays y brochas. A preparar los muros.