“
República de La Papaya”, de
Gustavo Rodríguez, (Editorial Planeta, 2016) ha sido una de las novelas que he alcanzado a leer en estos pocos días de descanso previos al inicio de las clases. Ha valido la pena las horas dedicadas a su lectura.
En la novela se cuenta la historia de una asesora política Paula Patricia Yáñez, (La Papaya), quien intenta llevar a la primera dama de un país a la presidencia, pero que en el camino descubre que su ex pareja, una estudiante llamada Loreto, se había involucrado sentimentalmente con otro de los candidatos. Esta situación genera un conflicto no solo en las emociones de la asesora; en general, se activan una serie de circuitos a través de los cuales se descubre el lado aciago en el que se mueve la política. Desfilan una serie de personajes, desde candidatos, periodistas, empresarios que se involucran en conspiraciones para favorecer a unos o a otros, según sus intereses. No hay héroes ni
villanos definidos. Como suele suceder en estos ámbitos, todo se mueve en un espacio gris.
La novela alcanza un valor adicional porque coincide con el periodo electivo que se está viviendo en el país. Sin embargo, hay que anotar que este hecho resulta solo una peculiar coincidencia. Se sabe bien que el proceso creativo, la redacción y la corrección de una buena novela toman su tiempo, el que se necesite, sin concesión alguna con otro asunto que el de su propia maduración literaria. Aunque en este caso, se celebra la fortuna de la coincidencia, la que debió hacer sonreír a los editores.
Ahora bien, más allá de esta anotación extraliteraria, en esta su quinta novela, Gustavo Rodríguez no solo consolida su madurez narrativa, también continúa con pulso firme en la exploración del ser humano y su confrontación
con la sociedad contemporánea, sociedad en constante «ebullición». Lo que provoca, evidentemente, una sucesión de conflictos en cada individuo.
Digo esto mientras recuerdo «
La semana tiene siete mujeres» (2010) en donde se notaba las pinceladas de una sociedad aún llena de prejuicios raciales. También creo haber percibido ese sentido exploratorio en «
Cocinero en su tinta» (2012) en el que se mostraba ya no solo al individuo, sino a un país, en la búsqueda de algún tipo de reconocimiento a como dé lugar.
En esta, su reciente novela, me atrevo a afirmar que su exploración continúa en esta historia de conflictos políticos y de campañas publicitarias que confrontan al ser humano con lo mejor y lo peor de su naturaleza.
Desde mi modesta opinión de Escribidor, recomiendo plenamente la lectura de la esta novela. Valdrá la pena.