«En la selva de las paradojas»
La crítica parece ser unánime con el discurso del Nobel 2008. La mayoría de críticas coincide en que se constituye en una de las reflexiones más coherentes y lúcidas de los últimos años acerca del papel de la literatura y del escritor. Un deber entonces será leerlo. Les transcribo las primeras líneas y coloco el enlace para que sigan la lectura.
¿Por qué escribimos? Creo que cada uno tiene su propia respuesta para esa simple pregunta. Uno tiene predisposiciones, un entorno, circunstancias. Defectos, también. Si estamos escribiendo, significa que no estamos actuando. Que nos encontramos en dificultades cuando enfrentamos a la realidad y hemos elegido otra manera de reaccionar, otro camino para comunicar, una cierta distancia, un tiempo para reflexionar. Si examino las circunstancias que me llevaron a escribir —y esto no es mera auto-indulgencia sino un deseo de precisión—veo con claridad que el punto de inicio para mí fue la guerra. No la guerra en el sentido del tiempo específico de un magno trastorno, donde se experimentan eventos históricos, como la campaña francesa en la batalla de Valmy, como la retrata Goethe del lado germánico o mi ancestro François por el bando de la armée révolutionnaire. Este debió ser un momento de exaltación y patetismo. No, para mi guerra es lo que los civiles experimentan, niños pequeños primero y todos los demás. Ni una sola vez la guerra ha sido para mí un momento histórico. Estábamos hambrientos, estábamos temerosos, teníamos frío, y eso es todo. Recuerdo haber visto a las tropas del Mariscal Rommel pasando por mi ventana en camino a los Alpes, buscando un pasaje hacia el norte de Italia y Austria. No tengo un recuerdo particularmente vívido de tal evento. Recuerdo, sin embargo, que durante los años siguientes a la guerra carecíamos de todo, particularmente libros y materiales para escribir. A falta de papel y tinta, realicé mis primeros textos y dibujos en la contraportada de los libros usando un lápiz bicolor, rojo y azul. Esto me dejó una cierta preferencia por el papel rugoso y los lápices ordinarios. A falta de libros para niños, leía los diccionarios de mi abuela.
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