A sus 93 años, el poeta, obrero, autodidacto, sindicalista y promotor infatigable de la cultura sigue escribiendo. Su poesía aún mantiene el hálito combativo que delineó el rumbo de su vida. Y a pesar de que no rechaza la tecnología, sigue escribiendo en cuadernos cuadriculados.
Sin embargo tiene una cuenta en «facebook» y declara que que para un militante acostumbrado al fervor del debate, las redes sociales son un grito de libertad. Ojalá así lo entendieran quienes vienen convirtiendo las discusiones en la red en un depósito mal oliente en donde suelen descargar sus divagaciones más insensatas.
La vida de este poeta ha estado signada por la sencillez: «No soy amigo de los de la sociedad del espectáculo, no jodo a nadie. Nunca postulé a un concurso, Siempre quise huir del poder y la fama…»
Ahora, con la sabiduría que dan los años vividos dice – con respecto a la validez de su obra – que si después de diez año aún te recuerdan, te lloran y te recitan, entonces eres poeta, antes no. Tal vez no todos estén de acuerdo, pero aceptemos que su afirmaciones son totalmente coherentes con el rumbo que le ha dado a su vida y a su obra.
En unas declaraciones que le hace a un
diario, cierra la entrevista parafraseando a otro artista (Yevgeni Yevtusenko):
«Solo soy un viejo feliz…y enamorado».
Les dejo un poema suyo. Siempre es la mejor manera de querer a un poeta: leerlo.
TECHO PROPIO
Techo propio
Mi techo es pequeño
rico de polvo y paja
construido de esteras y otros
deshechos inflamables.
Deja pasar los bichos y la lluvia,
deja que se cuele la luz,
el aire, las chirimachas
y los orines de los gatos.
Soy el dueño de un techo excitante:
puede caerme encima
sin hacerme daño