Interesante costumbre la de hacer un recuento de lo que se haya hecho en el año que acaba. Quizás, no sea el estilo de muchos, pero a algunos nos ayuda bien a obtener una mirada panorámica del año que termina. En eso estoy en estos días de mediano descanso.
En ese sentido, estaba rememorando las obras de teatro a las que pude asistir, y también algunas a las que no pude ir, pero de las que recibí tan buenas referencias que lamenté mucho no haberlas visto. Por supuesto que se me van a pasar muchas obras, y probablemente muy buenas. No me enteré de algunas de ellas porque, probablemente, no recibieron la suficiente promoción mediática, y también porque – en lo personal – los días no tienen las suficientes horas como para enterarse de todo. Ustedes, mis lectores, seguro comprenderán que muchas horas, pero muchas horas del día, se nos va en ganarnos el sustento y queda muy poco para otras actividades en verdad reconfortantes, como el teatro, por ejemplo.
Sin embargo, aun así, y con las disculpas del caso, anotó mi resumen teatral.
Es la primera obra que viene a mi memoria. Para mí, inolvidable. Un grupo de obreros e ingenieros trabajan obsesivamente para construir un túnel transandino a cinco mil metros de altura. La construcción colapsa y mueren muchos. El ingeniero Echecopar se siente responsable y vive con un largo remordimiento que, finalmente, es consolado por el espíritu de unos de sus trabajadores fallecidos. Sin embargo, la obra Collacocha es mucho más que la historia del derrumbe. Es una metáfora estremecedora entre el progreso y la valoración cultural del pasado.
La obra fue escrita por Enrique Solari Swayne y estrenada en 1956. En ese tiempo, fue el gran actor Luis Álvarez quien interpretó al ingeniero Echecopar. Cuentan que fue de lo mejor. En 2016, el papel recayó en Leonardo Torres Vilar y la dirección estuvo a cargo Rómulo Assereto. No tengo referencias para la comparación, pero la obra que tuve el privilegio de ver, me pareció excelente. Ojalá la repongan pronto.
Las funciones fueron en Teatro La Plaza a mediados de año.
Narra la historia de dos antiguos amantes que se vuelven a ver. Y se trata de una reunión con todos los ingredientes que hacen posible seguir la trama con atención e interés. Los amantes, distanciados por la edad y los convencionalismos sociales, han aprendido a vivir separados. O al menos eso es lo que creen. En el caso de Tom (Alberto Ísola), él ha enfrenta
do la soledad con aparente aplomo y dedicado en gran parte a una esposa moribunda y a sus negocios. Por su parte, Kyra (Wendy Vásquez) ha cambiado radicalmente sus intereses, dedicándose a causas sociales más grandes que la vida. Al reencontrarse surge nuevamente la pasión y también una serie de reproches mutuos que deben encontrar el entendimiento. ¿Es posible volver a amarse? ¿Están listos para recomenzar una historia de amor que dejaron trunca años atrás?
Dirigida por Mateo Chairella Viales, se estrenó a mediado de año del Teatro Ricardo Blume de Jesús María. Recuerdo que para algunos críticos le faltó naturalidad a la obra, y mayor profundidad a Alberto Isola. Sin ser un entendido en la materia, entiendo que estaban – otra vez – estableciendo una comparación con montajes de la obra que se habían dado en otros países y otros contextos. No me pareció ni me parece un recurso válido para determinar el valor de una obra. En lo personal, me gustó.
A decir de Alberto Servat, “Mucho ruido por nada” No era solo la historia de amor entre los virtuosos y opacos Claudio y Hero la que confirió vitalidad a la pieza. Tampoco los planes urdidos por don Juan, un villano bastante económico y finalmente ineficiente en términos teatrales. El ingenio de la obra recayó por completo en los vibrantes diálogos e inevitable atracción entre Beatriz y Benedicto. Son ellos quienes desatan la batalla de los sexos en escena y finalmente toman la rienda dramática para aclarar la principal intriga.
La directora Chela de Ferrari se encarga de dotar de vida a esta obra poco conocida en nuestro medio. Y el resultado es un triunfo escénico, porque a través de una lectura muy personal de la obra ha sabido recuperar elementos del pasado, conjugándolos con la actitud de nuestra era y con la suficiente madurez para poner sobre el escenario temas sociales de nuestro entorno sin hacer de ello un discurso panfletario. ¡Bravo por Chela de Ferrari! No solamente ha conseguido uno de los mejores trabajos del teatro peruano en años, sino que se consolida definitivamente como una gran directora por derecho propio.
La obra se presentó en el teatro La Plaza entre setiembre y diciembre.
Se llevó a cabo en el centro cultural Mocha Graña. Estuvo dirigida por Marco Antonio Huachaca y contó la actuación de Camila Medina, Karina Arboccó, Maximiliano Benítez.
Mientras escribes nos cuenta la historia de Horacio, un escritor muy reconocido que escribe el cuarto libro de una saga con más de un millón de copias vendidas. Su escritura se ve amenazada cuando debe enfrentar los celos de su enamorada Silvana, quien siente que prefiere más a Ana, el personaje principal de sus historias. Estos celos obligarán a Horacio a matar a la protagonista de sus libros, haciendo que la historia dé un giro inesperado.
No diré que fue de las que me agradaron. Desde mi punto de vista, recuerdo que tuve la impresión de que algo quedaba incompleto, como si hubiera abierto demasiados frentes sicológicos para un cierre tan elemental. Sin embargo, en términos generales, una buena obra.
EL AVARO
La mítica Asociación de Artistas Aficionados (AAA), en el renovado jirón Ica, estuvo, como siempre muy activa. Reconozco que cada vez se me hace más difícil llegar con tranquilidad al Centro de Lima, pero una vez dentro de las instalaciones de la Asociación, se siente que ha valido la pena el esfuerzo. El lugar sigue manteniendo ese aire de soberana antigüedad.
Este año, entre otras obras y actividades, debo destacar la reposición de la obra clásica El avaro, de Moliere en el mes agosto.
Harpagón es un hombre que quiere más al dinero que a su familia y criados. El día que decide dar en matrimonio a su hija, desaparece su fortuna y se entera que él y su hijo aman a la misma mujer. Tal es su ambición, que exige a los que se hallan b
ajo su mismo techo, tanto los sirvientes como sus propios vástagos, que vivan en condiciones miserables, a fin de no gastar ni una moneda de sus acaudalados ahorros.
La puesta en escena es dirigida por Ruth Escudero y el elenco está compuesto por Ariana Arroyo, Christian Orbegoso, Diego Mendoza, Dina Rocha, Estefanía Champa, Jair Mejía, Jorge Carrión, José Iturrizaga, Joseph Mío, Judith Ramírez, Melina Correa, Patricia Pachas, Ruth Torres y Sergio Ota.
No es que haya encontrado innovaciones o movidas técnicas o de planteamiento. El montaje fue sobrio y convencional, pero, en lo personal, muy eficiente.
No pude verla, pero amigos que la vieron me dieron las mejores referencias. Ojalá haya oportunidad de alguna reposición. Después de todo, una obra dirigida y actuada por Bruno Odar debe ser buena solo para la referencia de este excelente actor.
Obra del dramaturgo chileno Julio Pincheira, un espectáculo unipersonal que cuestiona al dramaturgo más destacado de todos los tiempos, William Shakespeare.
El espectáculo, de carácter minimalista extremo, se sostiene sobre la capacidad interpretativa del protagonista, quien debe ejecutar fragmentos de monólogos de los personajes femeninos de las obras de Shakespeare, a la vez que interpela al público.
Este 2016 se cumplen 400 años de la muerte del dramaturgo inglés que fundara el pensamiento estético de la edad moderna, como se le ha llamado. En un año en que la cartelera internacional estuvo volcada a la obra shakespereana, este espectáculo de dramaturgia de vanguardia y con la actuación del premiado actor, quien interpreta 14 personajes, fue uno de los hitos teatrales del año.
La obra se realizó en la sala de teatro Vargas Llosa, en el mes mayo.
Lapsus de Toledo es una asociación cultural establecida en la ciudad de Toledo, España que ha ampliado sus horizontes abriendo Lapsus de Toledo con sede en México y Lapsus de Toledo con sede en Perú. Su objetivo es crear un espacio de estudio e investigación sobre el quehacer psicoanalítico. La propuesta de esta asociación se establece a partir del pensamiento de los dos grandes psicoanalistas.
Pues bien, a partir de esta propuesta un destacado grupo de escritoras peruanas echó a andar un proyecto interesante. Una aproximación entre literatura y psicoanálisis a través de la vida y obra de personajes literarios.
La poetisa y narradora Ana María García encabezó el proyecto que derivó en una propuesta teatral denominado “Monólogos femeninos”. El resultado de este esforzado y delicado trabajo fue interesante y en una serie de presentaciones itinerantes concitaron la atención del público. Junto a Ana María García estuvieron mujeres de gran valía como Amalia Cornejo, Alina Gadea, Jeamel Flores, Daniela Ferreyros, Liliana Miranda, Carmen Navarra, Marita Palomino, Elena Pasapera, Alicia Saco, Eliana Vásquez, Sarita Ballón entre otros importantes nombres.
Para la dramatización, se eligieron a cinco personajes de la historia, cuatro de la literatura universal, tres de la mitología griega. Personajes de la historia como María Jesús Alvarado, Virginia Woolf, Sor Juana Inés de la Cruz, Teresa de Avila, Lola Flores. Mitológicos como Yocasta (Edipo Rey), Medea, Antígona. Literarios como Emma, de Madame Bovary, Nora, de Casa de muñecas, Esmeralda, de Nuestra señora de Notre Dame, Rosita, de Doña Rosita la Soltera.
Hubo algunos pequeños descuidos, propios de un primer intento de esta naturaleza, pero que – en líneas generales – no desmerecieron los valores de la propuesta. Me alegró haber asistido.
LA ESTACIÓN DE LA VIUDA
La estación de la viuda cuenta la historia de una viuda, Madame Champbaudet, quien se ha enamorado de un joven arquitecto que la visita frecuentemente con el fin de diseñar un mausoleo en memoria del difunto esposo. Sin embargo, luego nos enteramos de que el arquitecto se aprovecha de esas visitas para tener una aventura con la vecina casada que vive en el piso superior y con quien se comunica a través de claves musicales. Como suele suceder en este género de teatro, el asunto se va complicando con las sospechas del esposo, el amor casi manifiesto de la viuda y la aparición de una damisela de la que se prenda el disoluto arquitecto. Forzado por las circunstancias, este debe cumplir con la demanda de los familiares de la damisela: desprenderse de la viuda buscándole un prometido. Finalmente el asunto se resuelve en el tercer acto. Por supuesto, luego de muchas escenas divertidas y muy bien actuadas.
Sin ser una obra de corte mayor, diré que fue un montaje al que valió la pena asistir.
Ahora bien, la asistencia a esta obra no solo fue importante por la calidad de la obra, sino sirvió de marco para el retiro de los escenarios de la gran actriz Lucía Irurita. Después de cincuenta años de actividad teatral – que abarca casi cien obras teatrales – La señora Irurita se ha retirado de la actuación.
La señora Lucía Irurita fue la primera actriz en crear una Compañía de Teatro en el Perú y en profesionalizar a los actores remunerándolos por su trabajo. Su larga carrera actoral ha incluido televisión y radio.
En este sentido, ha sido un honor asistir a un montaje tan significativo. La actuación de la señora Irurita fue impecable y los aplausos al final de la obra fueron intensos y muy emotivos.
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Antes de anotar la ficha técnica de esta última obra, debo agregar que la movida teatral en 2016 ha estado muy activa. Nos alegra a todos. Por supuesto que no todas las obras han alcanzado el nivel esperado, ni tiene por qué serlo. El teatro – como otras manifestaciones artísticas – está pasando constantemente por una renovación y negación: es parte de la esencia del arte. No siempre serán bien recibidas sus propuestas y, quizás, por un lado sea responsabilidad de una crítica que no está a la altura de las propuestas y otras, seguramente, porque los directores y actores deben pulir sus trabajos. En cualquiera de los casos, fue un buen año.
Ah¡ Y si alguno tiene algunas sugerencias sobre obras que se me han pasado (obviamente que sí), por favor, háganlo saber.
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A fines de año, asistí a la obra La cena, escrita y dirigida por Gianfranco Mejía.
Jimena, una joven de 17 años adinerada decide presentar a su enamorado Alonso a sus papás mediante una cena en su casa. La situación – como era de esperarse – se complica por las diferencias sociales. Obra que aborda convencionalmente los conflictos sociales, agregándole un toque de humor, de lenguaje coloquial típico del habla limeña.
No voy a criticar la obra porque – como ya dije en algún otro artículo – no siempre hay que lanzar la aguda crítica, sino apoyar a los jóvenes creadores hasta que alcancen el vuelo necesario. Estoy seguro que esto pasará con estos jóvenes creadores y artistas. Además, en la obra estaba mi “pata” Moises Arias, y con los amigos, no vale otra cosa que decirle: adelante.
La obra se llevó escenificó en el Teatro Auditorio de Miraflores entre noviembre y diciembre