Por alguna parte leí que García Márquez reconocía que el ejercicio periodístico le había dado no solo la habilidad para manejar las palabras con la precisión necesaria, sino, también, aceptaba que éste le había dado la disciplina para escribir metódicamente porque, recordaba, se tenía que escribir si o si, aun cuando las musas se hayan ido de paseo. La nota tenía que estar a tiempo pues el periódico iba a salir de todas maneras.
Seguro que sí. Cuando de trabajo remunerado se trata no hay justificación que valga. Es entonces cuando se aprende a escribir contra reloj y sin pero que valga.
El periodismo es la parte más terrestre y pragmática del oficio de la escritura. Recuerdo haber recibido más de una vez la orden de aumentarle un par de párrafos más al artículo y, en otras, el mandato de cortar párrafos, pero sin quitarle intensidad a la crónica. Algo así como que mi del jefe de redacción determinaba por el peso lo que le faltaba o le sobraba al artículo. De paso que rara vez este se iba dar el tiempo para observar la original arquitectura verbal que se le haya querido dar al texto. Sin embargo, el periodismo ha sido tentación de muchos escritores que, incluso, sucumbieron casi por completo a él.
Encuentro, a propósito,
una nota extensa en la revista Ñ sobre la faceta periodística del escritor argentino Roberto Arlt. El español Juan Cruz escribe sobre las herramientas que comparten literatura y periodismo, a partir de la publicación de un libro que reúne gran parte de los artículos escritos por Arlt para el diario El Mundo. Además, la compiladora de la obra, Rose Corral, señala que en esos textos el autor de
Los siete locos se revela como un profeta del mundo que se estaba formando, con una visión nada alejada de su prosa literaria. Vale la pena darle una leída completa apenas se tenga tiempo.
Veamos : esto es periodismo. No son columnas, aunque sean columnas; no son comentarios, aunque sean comentarios. Y son artículos, aunque no sean artículos. Pero no son sino crónicas, es decir, periodismo, la esencia del oficio, lo que sólo pueden escribir los buenos periodistas, lo que se hace a partir de lo que ocurre, no de lo que se nos ocurre. Roberto Arlt es periodismo. La frase clásica de Eugenio Scalfari, fundador del diario La Repubblica de Italia, «Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente», se ajusta a la perfección a este periodismo que Roberto Arlt hace antes de que las imágenes distorsionaran la realidad haciéndonos creer que una instantánea es una fotografía. Arlt es un periodista, sin otra literatura; un cronista, nada menos, un tipo que ve pasar el tiempo y lo apresa, lo hunde en el suelo y lo somete a interrogatorio. Carlos Fuentes suele citar a Platón al hablar de la eternidad: cuando la eternidad se mueve la llaman tiempo. Y cuando se detiene, y es periodismo, no es otra cosa que crónica. Nada menos.Periodismo es literatura. Decía Manuel Vicent, otro columnista que hace periodismo en sus columnas, que el periodismo del siglo XX es literatura; y lo decía ante unos estudiantes de periodismo Antonio Muñoz Molina. Dos narradores, dos periodistas. La ficción es su apoyo, e incluso su sustento, pero el periodismo es su sustancia, y cuando hacen periodismo tienen a la literatura como la columna vertebral. Pero no hacen literatura cuando hacen periodismo. Hacen periodismo, que es literatura.Pueden decirlo, y pueden hacerlo. Como Roberto Arlt. Arlt lo hacía. En este conjunto de crónicas, El paisaje en las nubes , los editores han conseguido poner a disposición de nuevas generaciones periodísticas un elemento que ya les resultará insustituible para su formación como periodistas, y como escritores. Han rescatado el periodismo inolvidable que a veces se oculta en las hemerotecas, y lo han puesto a disposición de las librerías. Un libro insoslayable, un tesoro, un puñado de historia contada con la pasión de un inventor y de un poeta que dispone lo que pasa como si fuera un manjar de todos los sabores.