«TANTA VIDA YO TE DI»
Hay quienes suponen que escribir cuentos es un escaño menor al oficio de escribir novelas. La novela se trabaja en largas jornadas y, por lo general, sumergido en un laberinto de hechos, tiempos y personajes. El cuento – eso dicen algunos – se puede escribir incluso de un tirón. Un cuento, por lo general, atrapa una historia y la narra sin perderla de vista, pero con la premisa de la brevedad como condición.
Bueno, eso dicen y otros lo desdicen. Es una discusión que da para mucho. Sin embargo, lo innegable es que el oficio de narrar cuentos ha estado presente en la vida humana desde la aparición de la palabra y, hasta el presente, sigue siendo un valioso formato para la fascinación de contar historias.
He pensado un poco en esto luego de terminar el reciente libro de cuentos de Fernando Ampuero, «Tanta vida yo te di» (edit. Tusquet-2024).
Cinco cuentos escritos con la soltura de un narrador de oficio. Historias de amores y desamores que pincelan la vida de personajes de la vida urbana. Los cuentos son llanos y directos, no ostentan situaciones trascendentales ni se enredan en elucubraciones metafísicas, solo narran sucesos en donde el amor, ya sea del bueno o del malo (si esto último es posible) marcan la pauta que direcciona sus vidas.
Después de todo, el cuento, como tal, ha funcionado muy bien para narrar, tanto escenas de la vida diaria como esos momentos inesperados en los que los personajes más comunes se vuelven héroes o villanos en su propia historia. Ahora bien, en lo personal he sentido que, en los cuentos de este libro, todas las anécdotas contadas han tenido, como fondo musical, cierto aire de bolero que de tan cursi (o huachafo) me han dado ganas de escuchar música romántica mientras recordaba viejos amores.
«Tanta vida yo te di» de Fernando Ampuero. Cinco buenos cuentos y, de «yapa», una crónica cargada de nostalgia sobre las noches de bohemia en Lima. La recomiendo.