LA PROHIBICIÓN DE AMAR
Por César Vásquez
Wagner fue uno de los primeros en abordar el problema de la prohibición de amar musicalmente y de manera específica. Posteriormente, lo haría realidad en su célebre obra «Tristán e Isolda». Dicha ópera cuenta los amores furtivos entre Tristán, el héroe del rey, e Isolda, la reina. Ambos se aman a espaldas del rey Mark. Se trata de un amor prohibido, que trata de conservarse a las espaldas de la nobleza, hasta que este amor es descubierto y termina con el destierro de Tristán y la resignación de Isolda. Los viejos amantes solo se vuelven a encontrar cuando Tristán yace agonizante. Una historia trágica de verdad.
Después de Wagner, el amor prohibido ha tenido varias expresiones, algunas más felices que otras, pero, en esencia, sigue siendo lo mismo. Lo trágico del amor no radica en su no realización, porque el resultado de los esfuerzos amorosos jamás será predecible. El amor es caprichoso y, en la mayoría de ocasiones, inmerecido. Lo verdaderamente trágico es el sentimiento o la conciencia de que este es posible de realizarse, pero hay barreras que impiden que este se exprese de forma plena.
Amar verdaderamente no solo es una consecuencia de la libertad sino del valor. Para amar, se necesita desprenderse de todo temor, se necesita de una enorme valentía, ser capaz de exponerse a todo dolor y a todo placer. Significa dar sin esperar recibir y, aunque este pueda ser ocultado por la conciencia que te grita no avanzar ni arriesgarte, cuando el corazón te impulsa no hay barrera ni obstáculo que frene su manifestación.
Por ello, es preciso desarrollar los sentidos a cada gesto, a cada mirada, a cada palabra que, en cualquier momento, delatará a ese enamorado corazón.
Umberto Giordano, otro músico italiano, también abordó el mismo tema en su ópera Fedora, de la cual extraigo mi fragmento favorito: Amor ti vieta.
Amor ti vieta
di non amar.
La man tua lieve,
che mi respinge,
cerca la stretta
della mia man;
la tua pupilla esprime:
T’amo! «
se il labbro dice:
«Non t’amerò!»
El amor te prohibe
no amar.
Tu dulce mano
que me rechaza,
busca apretar la mía.
Tus ojos dicen:
«¡Te amo!»
aunque tu boca dice:
«¡No te amaré!»
Plácido Domingo, en el papel de Loris, un amante firme ante la indiferencia de Fedora, le canta esta pequeña aria, en la cual el amor se expresa en notas que tocan el alma. En especial, en ese agudo final, hermosa nota que abandona el cuerpo de Plácido para resonar en el último rincón del Teatro Liceu de Barcelona o, quizá, en algún rincón de nuestro corazón.
Un abrazo fuerte para todos