30 KILOMETROS A LA MEDIANOCHE
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Reseña
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Una llamada repentina, el aviso fragmentado de que una hija está internada en una sala de emergencias; luego, el abrumador recorrido de treinta kilómetros, desde una fiesta elegante en Cieneguilla hasta la asistencia pública y, durante ese trayecto, la evocación de diversos tramos de una vida no solo en su faceta como padre, sino también como un individuo que – en el marco sombrío por la hija herida – repasa momentos determinantes en su existencia. Ese es el tramado en el que se desenvuelve la reciente novela de Gustavo Rodríguez, “Treinta kilómetros a la medianoche” (Editorial Alfaguara 2022).
Alguna vez viví la dura experiencia de recorrer centros médicos angustiado por la salud de mi hija. En mi caso, buscaba atención en medio de un toque de queda en tiempos del terrorismo. Pero, igual, chapoteé entre los recuerdos y las razones que me habían llevado hasta una sala de espera agobiado por la salud de mi pequeña. Por lo tanto, el argumento de la novela despertó, de inmediato, mi atención.
Ahora bien, evidentemente, la calidad de una novela no solo se sustenta en la seducción del argumento, sino en el tratamiento literario que se le da a la historia. Desde mi particular punto de vista, Gustavo alcanza su cometido con mucha eficiencia. Por un lado, se vale de una estructura narrativa que avanza en capítulos marcados por la distancia que se va recorriendo hasta la llegada a emergencias, lo que le da fluidez y agilidad a la novela. Y como la ruta va desde un lugar socialmente acomodado de Lima y tiene que atravesar diversas zonas de la ciudad en donde la diferencia económica y social va cambiando marcadamente, la narración matiza tanto las contradicciones sociales junto con algunos momentos históricos que fueron marcando la pauta del Perú en las últimas décadas.
Aquella vez cuando pude tener a mi hija en mis brazos, luego de unas horas abrumadoras, sentí que no solo habían pasado horas, sino, tal vez, mucho más tiempo, todo el que pudo caber en ese tiempo de espera. Regresé a casa con bandera blanca en un pequeño y sonoro coche. Mi esposa, a mi lado, con Cuculí en su regazo solo tenía ojos para ella. Yo estaba feliz y a la vez muy cansado por el peso de mis cavilaciones durante la larga espera.
Como lector, recomiendo ampliamente la novela de Gustavo Rodríguez. Una gran historia, una prosa fluida, un contexto histórico reciente y agudo. Y un final que, claro, no puedo contar, pero que cierra de modo inesperado la historia, por lo menos esta.