CARMEN EN LIMA
Fui a la ópera. No es una de las manifestaciones artísticas que más haya cultivado; pero tenía una enorme inquietud por asistir a la presentación de “Carmen” de George Bizet. Hacía tiempo ya la había visto en un video interpretado por Victoria de los Ángeles, con el perdón de quienes opinan que es casi un sacrilegio acercarse a la ópera a través del video. También había visto la excepcional adaptación al cine de Carlos Saura. Entonces tenía que verla. La asociación “Romanza” abría su temporada en el teatro Segura precisamente con esta obra.
Bizet había cogi
do esta historia escrita mucho antes por Merimee. La dividió en cuatro y la enriqueció con arias que se han convertido hasta ahora en un clásico evocatorio de la belleza de la ópera. Carmen es la mujer en quien confluye la hermosura, la sensualidad y la tragedia. Ella es una mujer que ama, y con pasión; pero que no tiene mayor compromiso sino con el amor. Nadie debería sentirse su dueño porque la bella gitana es principalmente libre para querer cuanto quiera, mientras quiera. La desdicha se inicia cuando conoce a José, un joven oficial cuyo futuro, hasta allí, se presentaba promisorio y feliz. El corazón del militar parecía satisfecho con la ternura de su madre y el amor de su bella y abnegada novia. Sin embargo la pasión envuelve a la gitana y al oficial. Esta pasión resulta tan poderosa que hace que José desgracie su carrera por dejar escapar a la mujer luego de que ésta cometiera un crimen. Poco después, José deja todo y se une a la banda de contrabandistas a la que Carmen pertenece. Pero hay algo que empieza a menguar el amor. El brillo de José se extingue y la pasional mujer parece buscar algo más. Hay un vaticinio que anuncia una muerte. Entonces aparece el Escamillo, un torero en el apogeo de su carrera que se interesa en Carmen. Hay un duelo entre José y el Escamillo que es interrumpido. El torero se aleja anunciando que pronto estará en la plaza de toros y que allí espera a quien lo ame. José tiene que dejar a Carmen por unos días para ver a su madre enferma; pero ya presiente lo que hará la gitana. En el último acto, y teniendo como fondo la entrada a la plaza de toros, José trata de convencer a la mujer de que se quede con él. Ya es tarde, ella le arroja el anillo y le anuncia que no lo ama, que ahora ama al Escamillo. El hombre, aturdido le cierra el paso antes de que ella ingrese a la plaza y la apuñala. Carmen cae herida mortalmente mientras en el interior del coso la multitud vitorea la faena del matador.
No es el argumento más original, pero la composición musical de Bizet elevó la obra al espacio de los clásicos. A pesar de que cuentan que su estreno fue tan disminuido que ocasionó la posterior muerte del compositor. Tenía que verla tarde o temprano. Ese sábado de agosto, en el centro de Lima, grisáceo para variar, un par de butacas habían sido separadas con mucha anticipación en las galerías del teatro Segura. Un par de vinos previos por la Plaza de Armas, una grata conversación, los ojos bonitos y la mirada enérgica de una bella dama que me acompañaba, que de óperas sí sabía, y que me había sometido a una rápida lección sobre ella. Luego la visión de la arquitectura interior del Segura, cada vez más percudida, digo si renovaran un poco el mobiliario; después las escaleras que nos separaban entre clases pudientes y los demás. Las alfombras desgastadas. Las fotografías del aún recordado tenor Luis Alva, con mostacho a lo Dartagnan. Y finalmente la visión del aforo. Después de tantos años de no haber estado allí, ahora me parecía más pequeño.
En fin, quería hacer un post sobre esta ópera porque el propósito de esta página es ir anotando las movidas culturales que se van dando y a las que el escribidor puede asistir, a veces poniendo de la suya y, en otras, de invitado. A veces solo, otras desolado, y en otras, gratamente acompañado.
Cierro este post con dos anotaciones. Los intérpretes nacionales e invitados francamente impresionaron positivamente al público. La pregunta que siempre se hacen los novatos es si los cantantes deben dar también con la talla y belleza física de los personajes quienes interpretan. Alguien me dijo que cuando la calidad de la voz, más la belleza de la interpretación, son buenas, todo lo demás como que carece de trascendencia en la majestad general de la ópera. Muy bien todos, sinceramente; pero para mí, al menos, la mezzosoprano María Lujan, invitada argentina que hizo de Carmen, como que no le dio al talle. Se supone que en ella descansaba la obra y, ciertamente, algo faltó en su interpretación actoral como en su misma voz cuyos desniveles tonales, a ratos, sacaban al público de su sumisión con la obra en general. Para tal caso – fue opinión de quien me acompañaba – pudieron haber dado al papel a más de una voz peruana que al parecer las hay y buenas.
La otra anotación viene a propósito del trágico terremoto. Al parecer las instalaciones del teatro Segura han sembrado dudas sobre su estabilidad y las funciones se trasladarán al auditorio del colegio Santa Úrsula. Quizás es lo mejor, pero como que en el viejo Segura, con todo y vejez descuidada, siempre habrá un aire clásico que le da cierta singular prestancia a la ópera, al menos tal y como mí me la contaron. Pero, en fin, todo cambia.
Dejó un fragmento de Carmen interpretado por Agnes Baltsa en una de la arias más conocidas Habanera