NO SE GANÒ,
PERO ESO NO ERA TAN IMPORTANTE
Era inevitable. Al menos para mí y para muchos homínidos que hemos crecido acunados por la cinematografía americana. Teníamos que ver – aunque se por un rato – la icónica y marketera entrega del Óscar. Sé que muchos la han evitado porque han descubierto que hay un cine diferente a éste: un cine que cuenta mejor, que ahonda con mayor juicio, que intenta ser original en cada proyecto. Por supuesto que están quienes hacen causa común con los primeros por simple solidaridad con los más inteligentes, aun sin entender cómo es el asunto de la calidad cinematográfica.
De todas maneras, algunos vimos por un rato la ceremonia del Oscar y nos resignamos – quizás por la nostalgia de otros tiempos de ingenua adolescencia – al ya desgastado despilfarro de escenografías, cámaras, luces y trajes carísimos con los que se llenaba la pantalla. No obstante, lo reconozco, yo sí recuerdo muchas películas americanas que me dejaron con la ebriedad agradable de haber visto una buena obra. Y tengo actores y actrices del acartonado mundo Hollywoodense que evoco con admiración. Quizás se les ve ridículos emperifollados en ese mundo que, de tan multimillonario ya alcanza ridiculez; pero cuando asumen sus personajes en la ficción que se proyecta en la pantalla recobran la validez artística que tienen.
Tengo a directores a quienes sigo con atención en cada película. Creo que Alfred Hitchcock es uno de los mejores directores del cine de suspenso. Veo con respeto muchas de las producciones de Coppola, vuelvo a ver cada vez que puedo el Padrino y me divierte los íconos que se han creado en la cultura contemporánea a partir de algunas de estas películas. Pienso en Stanley Kubrick, en Woody Allen, Martin Scorsese. A cerca de este último es un hecho que «Los Inflitrados» no ha sido su mejor película, pero desde hace tiempo se la debían y se la pagaron de una vez, por si acaso el tren de la muerte pasara antes de tiempo.
En fin, no me quiero extraviar por el camino de las listas de películas, actores y directores del odioso, pero a veces efectivo cine norteamericano.
Sino, más bien, quería mencionar la particularidad de este año oscariano, pues hubo películas de dirección latinoamericana que estuvieron entre las que compitieron con fuerza. No era la primera vez; sin embargo, a diferencia de otras oportunidades, en este caso Babel de Alejandro González Iñárritu y el Laberinto del Fauno de Guillermo del Toro, a parte de Volver del siempre mediático Almodóvar, alcanzaban competitividad en el espacio peculiar del cine americano y compitiendo en el lenguaje cinematográfico que ellos han diseñado y perfeccionado a lo largo de los años.
Quizás ese no debe ser el único camino por donde debe ir el cine latinoamericano, siempre debe haber nuevas facetas que explorar y que le darán a nuestro cine una identidad propia; pero, al menos – según mi modesta opinión –, quedó demostrado que cuando la creatividad latina se pone a prueba ésta es capaz de competir en cualquier terreno, aun cuando éste sea parte de planteamiento americano del cine.
Si no las han visto, vayan a verlas. Hágase una opinión. De todas maneras, el cine sigue teniendo, más que de sesudo análisis, mucho de magia, como la que creyeron los espectadores de la primera proyección de cine de los hemanos Lumiere en 1895, cuando salieron huyendo al ver en la pantalla la toma de una tren que llegaba directamente hacia ellos. Ingenuidad que aún enternece.