Por esas simples coincidencias – agradables eso sí – , a los consejos para poetas, dramaturgos y escritores que mi querido amigo Arza ha estado colgando en esta zona, se le suma ahora Alonso Cueto quien, desde su columna en Peru21, suelta algunos “consejos” sobre lo que no deberían ser o hacer los críticos de arte. De hecho, arranca con la queja – colectiva diría yo – para con los críticos y su manía de esquematizarlo todo. Una vieja obsesión de los críticos es clasificar a los escritores por escuelas literarias o grupos. Es un ejercicio que puede hacerse sobre cualquier profesión, incluso la de los críticos literarios o de cine. Después, les devuelve la receta con una clasificación cargada de una ironía fina que, ciertamente, conocía poco en el Alonso Cueto.
· El que siente una especie de éxtasis antes de escribir una reseña negativa: «Lo voy a hacer puré», «ahora va a ver», «para que joda».
· El que resume el argumento sin ofrecer mayores comentarios.
· El que escribe frases como: «Nótese la importancia.», «Repárese en la trascendencia.»
· El que escribe que «con este libro» un autor se ha convertido en «uno de los mejores escritores latinoamericanos» y que, luego, sufre una crisis de entusiasmo y agrega»y universales».
· El que no reseña nunca los libros de ‘sus enemigos’.
· El que solo reseña libros cuando se trata de los publicados por quienes considera sus enemigos.
· El que escribe con demasiada frecuencia.
· El que quiere lucirse y que toma el libro o la película como pretexto para ello.
· El que escribe «El autor nos deleita con un banquete verbal».
· El que se luce con bosques de frases que superan las cien palabras.
· El que finaliza su comentario diciendo: «Cualquiera podría haber hecho esta película».
· El que se concentra en el texto o la película, el que no pretende ser objetivo pero ofrece un recuento honesto de su experiencia. El que da ejemplos, opiniones ceñidas a lo esencial y pide cuentas al autor por lo que quiso hacer. Hay algunos de estos críticos serios entre nosotros.
Coincido plenamente en que el ejercicio de la crítica es, en si misma, una forma de creación, y que los críticos con quienes, muchas veces de manera controversial, nos ensañamos, están también están sometidos a una crítica tanto o más enérgica o sesgada como la que ellos suelen ofrecer. Al respecto, Cueto dice: Los críticos forman parte de una sociedad con los creadores. Dependen de él aunque el autor no necesariamente depende de ellos. El crítico es un lector profesional, un defensor de la lectura.
Grandes libros de críticos como Cyril Connolly o Edmund Wilson me han acompañado siempre. Entre los latinoamericanos y peruanos hay algunos críticos a los que leo regularmente. Lo hago no solo por interés en los libros que reseñan sino por el puro placer de leerlos. Una buena crítica también es un texto interesante, complejo, en donde no solo interviene la objetividad sino la calidad creativa de su autor.