No, no voy a dejar la red. Es algo así como un breve periodo de vacaciones que me tomo, un tanto obligado por un problema de entendimiento con mi computadora. La situación ha llegado al punto en el que tenemos que separarnos definitivamente. Ahora tendré que acostumbrarme a una nueva relación. Todo será distinto. Y los primeros días serán de mucha tensión, por lo menos hasta entendernos. Seguramente, a ratos, extrañaré todo de la anterior máquina. Después de todo, el hecho de haber pasado tantas horas juntos tiene que haber marcado una costumbre. Ni modo, solo me queda esperar que mi querida Elena traiga la nueva computadora, la instale con todos los programas que crea que necesito. Luego, le pediré que nos deje solos por un buen rato para ver si, finalmente, hay química entre nosotros.
Por mientras, escribo esta nota desde una cabina. En un cubil donde apenas cabe mi anatomía que de mediana no pasa. Entonces imagínense el mínúsculo cubil de color naranja en donde, literalmente, escribo a pie juntillas.
Por eso digo que tomo esto como unas vacaciones cibernéticas. Aunque, valgan verdades, ya extraño la rutina de anotar las noticias que llaman mi atención y que quiero compartir con todos los amigos a quienes no siempre puedo ver. Aquí termino porque ahora han subido los parlantes de las cabinas y unos candelejones van gritando los muertos y heridos que dejan en un juego de computadoras que debe ser demencial por los tantos destripados de los que hablan.
Punto final.
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