La noticia es, de todas maneras, impresionante.
Leo en el diario Abc que los usuarios del lector electrónico Reader, de Sony, podrán acceder de forma gratuita a más de un millón de libros exentos de derechos de autor y disponibles en Google, según informó ayer la compañía de productos electrónicos.
En situaciones como ésta es cuando cabe, perfectamente, aquello de que la vida es muy corta para todo lo que se quisiera hacer (o leer en este caso). El acceso a esos títulos se realizará a través de la librería virtual de Sony, eBook Store, y requiere al usuario tener una cuenta con ese servicio y descargar un programa informático, que también es gratuito.
El catálogo de Google incluye títulos tradicionales como «The Awakening», una novela corta de Kate Chopin o «Black Beauty», de Anna Sewell, entre otros, además de materiales de autores que son de mas difícil acceso público. También se ofrecen títulos en idiomas diferentes al inglés, incluido el español, y pueden ser seleccionados por temas, títulos o autores.
Ahora bien, el asunto no es tan sencillo, ni tampoco tan grato. Hace unos días leí en el
blog de Iván Thays que se están digitalizando una enorme cantidad de libros y que los autores tienen que avisar que no quieren ser “digitalizados, de lo contrario se daba por sobrentendida su aceptación
Ivan escribe
: Soy un creyente convencido del libro digital y del futuro de los e-books. Pero aceptar que Google digitalice tus libros es una peligro porque sabe Dios qué hará con ellos después. Google es una anarquía absoluta pero, al mismo tiempo, un negocio muy bien pensado que ejerce su poder ahí donde los derechos de los otros son ambiguos. Por ejemplo, la campaña que ha lanzado para digitalizar millones de libros es una trampa. No es el proceso habitual, en el que una empresa muestra interés particular por tu libro y luego se contacta contigo, sino lo contrario: quiere que los autores se contacten con ellos para evitar ser digitalizados. Si no lo hacen en un plazo relativamente breve, que ya se vence, dan por «sentado» que el autor está conforme en ser digitalizado y pueden hacerlo libremente y, además, no tienen ningún reparo en hacer negocio luego con esa versión.
¡Cuando no! Las grandes contradicciones de estos tiempos de apabullante tecnología. La delgada línea que separa lo bueno, de lo oportuno, o de los oportunistas, en todo caso. Qué delirante mundo éste en donde se puede tener al alcance de la mano la cultura del hombre contemporáneo en un artilugios pequeños, casi de magia. Y que lamentable que detrás de aquello, oscile la siniestra sombra de los de siempre, de los que – inversamente – convierten el agua en vinagre; de aquellos que hicieron una rifa con los retazos de los santos sacrificados; de estos que ahora pretenden confiscar la propiedad intelectual de los creadores en nombre del libre acceso a la cultura siempre y cuando, claro, haya un negocio rentable que los beneficie.
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