Un nuevo libro de Mario Vargas Llosa estará pronto en las librerías. Se llama Sables y utopías. El título resume muy bien la actitud de nuestro escritor en el ámbito del ensayo. La recopilación de los mejores artículos desde los años 60 corre a cargo de Carlos Granés. Para saber más de lo que está haciendo por estos días, lean la buena entrevista aparecida en Peru.21.
Además de nuestro mejor novelista, Mario Vargas Llosa es un intelectual riguroso y coherente y, por ello, es respetado mundialmente. Acaba de publicarse una reunión de sus artículos, desde los años 60 hasta el presente, en lo que seguimos los cambios en sus ideas respecto a la política, a Latinoamérica, a la cultura y a otros temas. Sables y utopías ya está está en librerías a 64 soles.“Esta selección de artículos fue hecha por un escritor colombiano, Carlos Granés, que trabajó con completa libertad. No los he corregido –excepto alguna errata– y tampoco he cambiado ninguna idea. Son textos escritos a lo largo de muchos años en los que hay opiniones muy diversas, por supuesto, pero me pareció que era mejor presentar todo tal como fue escrito para mostrar una evolución, un cambio de opiniones políticas, literarias, etc. Es una especie de autobiografía que se ha armado sola y que ha sido editada por Granés”, explica acerca de Sables y utopías, libro que reúne artículos suyos desde los años 60.
¿Por qué la necesidad de reunir en un solo volumen su pensamiento sobre América Latina?
No fue una idea mía. Yo había pensado hacer una recopilación –las he hecho antes–, pero esta fue una sugerencia de mi editor. Y yo propuse que lo hiciera alguien con otra perspectiva, para lo cual pensé en Carlos Granés, porque él escribió una tesis en la Universidad de Madrid sobre mis ensayos. Me interesó mucho porque era una tesis muy personal y creativa.
Acaba de fallecer Mario Benedetti. Usted lo conocía y también polemizaron.
Fuimos muy amigos. Lo conocí en los 60. Le tuve siempre afecto y admiración, aunque discrepé profundamente con él por razones políticas. No solo me pareció siempre un buen escritor sino un intelectual honesto, un hombre siempre coherente entre sus convicciones y su conducta, a diferencia de otras personas, sobre todo en el campo intelectual, que usaron mucho sus convicciones para medrar.
Usted escribió un artículo llamado El intelectual barato. ¿Cree que esa es una costumbre latinoamericana?
Él no fue un intelectual barato. Y eso se da en todas partes, pero creo que más en América Latina por la pequeñez del mundo intelectual, donde existe la sensación de que, si un escritor o intelectual tiene éxito, cierra la puerta a los demás. Eso no es cierto. En Francia o en Inglaterra hay debate intelectual por supuesto y, también, pequeñeces humanas, como en todas partes, pero nunca se alcanza esa mezquindad de los países pequeñitos, que envenena el mundo intelectual, aunque también el mundo artístico y toda profesión.
¿En qué medida su evolución ideológica afectó sus novelas?
No lo puedo saber. No tengo suficiente distancia. Creo que ha habido una constante en mí: cuando he querido defender determinadas ideas o valores políticos o culturales, he escrito artículos, ensayos o he dado entrevistas. Cuando he escrito cosas creativas –novela, cuento, teatro–, no diré que he prescindido de mis convicciones, pero he buscado desarrollarlas menos subordinadas a la actualidad. Creo que la literatura, el arte en general, dependiente de la actualidad es efímero y, muchas veces, fracasado. La labor creativa debe tocar experiencias más permanentes que trasciendan lo puramente político, que es lo más actual que existe y, por lo mismo, lo más efímero.
En los años 60 estaba obsesionado por la novela total; en los 70 encontró el humor pero, últimamente, sus novelas muestran personajes que persiguen la utopía, como Gauguin o Flora Tristán, así como la que está escribiendo ahora, sobre Roger Casement, este independentista irlandés.
Creo que la búsqueda de la novela total está siempre ahí, en todo escritor, consciente o inconscientemente. A diferencia de un género como la poesía, que es el ideal de perfección, que puede ser condensado en un texto muy breve, la novela que ocurre en el tiempo lo empuja a uno hacia la totalidad; aunque, por supuesto, ninguna novela la alcanza. Pero, además, ese ideal se ajusta a una temática. Hay historias que requieren de un formato más pequeño; por ejemplo, Travesuras de la niña mala. En cambio, la novela sobre Flora Tristán y Gauguin (_El paraíso en la otra esquina_) o la de Trujillo (_La fiesta del Chivo_) están más dentro de las que escribí en los años 60, que buscan más visiblemente esa totalidad. Quizá también es el caso de la novela que estoy escribiendo ahora.
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