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Mariana, sentada junta a la cama de una clínica en donde dormita su joven hija, abre una caja de fotografías familiares y, mientras las va sacando aleatoriamente, de paso va reconstruyendo tanto su historia como la de su madre y, en parte, también de la joven que languidece en la cama.
Mariana es una peruana que radica en España. Ella, como muchos jóvenes que maduraron durante las difíciles décadas de los ochenta y los noventa, tuvo que emigrar, tal vez debo escribir con más precisión: tuvo que escapar de un país que se hacía pedazos entre el conflicto armado y la crisis económica. Ahora bien, en ese pasado que Mariana reactiva entre fotografía y fotografía hay un inventario de experiencias personales que matizan los recuerdos que ella tiene de su infancia, de sus padres y de sus amores. En esas horas en las que acompaña el duermevela de la joven internada, Mariana no solo rememora, sino que reflexiona y narra la genealogía azarosa de su familia en tanto sufre con la imagen de la hija postrada.
Esa es, en parte, la trama de la reciente novela Volver a Shangri-la (Editorial AlianzaLit-2022) de Jorge Eduardo Benavides. Escritor peruano radicado en España, autor de una serie de novelas muy bien reconocidas; ganador del XXV Premio de novela Torrente Ballester y del XIX Premio Unicaja Fernando Quiñones de novela. Escritor de larga trayectoria que ha incursionado desde la novela política, la histórica hasta la llamada novela de negra.
En esa línea de experiencias narrativas, Benavides ahora nos comparte esta novela que oscila entre la remembranza, la reflexión y la nostalgia. La novela está narrada desde una voz femenina, la voz de Mariana, lo que constituye siempre un reto para un escritor, más aún en estos tiempos de gran sensibilidad social. Por lo visto, el novelista ha salido airoso de este desafío. Al menos ese es el consenso – hasta ahora – entre sus lectores y lectoras, entre los que me incluyo. La novela fluye de modo natural sin que se noten objeciones en la voz narrativa.
Pero, además de lo mencionado hasta aquí, cabe resaltar que la novela evoca lo vivido en los difíciles años ochenta, noventa, con pequeños chispazos incluso anteriores; de allí que la narración incite a la remembranza en quienes vivimos en esos tiempos de incertidumbre, y también la curiosidad de lo más jóvenes. Si ello se le suma que la voz narrativa es de una emigrante, entonces la nostalgia se entremezcla con un cierto sinsabor que se advierte en las reflexiones de Mariana mientras narra a su lánguida hija el largo recorrido de sus vidas.
Desde mi punto de vista, Volver a Shangri-la, de Jorge Eduardo Benavides, es una excelente novela que confirma la calidad del escritor y lleva a los lectores por los caminos de la evocación y la buena literatura.
La recomiendo.