Y, aunque el nombre no le haya gustado a Paz, la potencia del poema Puerto Supe, como bien señala Marco Martos en el ensayo que le dedica a Varela y a su obra en el último número de Libros & Artes, la excelente revista de la BNP, “llega intacta hasta nosotros. Varela es poeta de la tierra y, sobre todo, de las cavernas (…). Es una poeta que excava en sus entrañas y que establece un curioso contraste entre una dicción límpida y el sentimiento exacerbado de estar arrojada en el mundo”.
Varela, durante varios años esposa del pintor Fernando de Szyszlo, pertenece a nuestra mejor generación poética –la del 50–, a la que también están adscritos Romualdo, Delgado, Eielson, Sologuren, Salazar Bondy y el ‘sobreviviente’ Carlos Germán Belli. La obra de Blanca –breve y profunda– no desentona ante estos virtuosos de la palabra. Hoy, que está sumida en su mundo interior, nos quedan sus versos para conocer su valor. Debemos leerla.