Nació en Lima, el 15 de setiembre de 1964. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad San Martín de Porres. Ha participado en diversos eventos literarios en Lima, como el 2do y 3er Encuentro de Escritores Jóvenes convocado por la Asociación Peruana de Promotores y Animadores Culturales, (APPAC), en 1991 y 1993, respectivamente; la Bienal Arte de los Noventa, realizada en la Biblioteca Nacional del Perú, en 1988; y el Primer Encuentro de Nuevos Narradores Ernest Hemingway, organizado por la Universidad Federico Villarreal, en 1999. Es autor de los libros de cuentos EL PUENTE DE LAS LIBÉLULAS (1996) y CRIATURAS DE LA SOMBRA (1998), y de la novela LA MORADA DEL HASTÍO (2001). Ha ejercido el periodismo en diferentes medios de comunicación y colaborado activamente en revistas literarias peruanas, como Imaginario del arte, Sieteculebras, Arteidea, El Ornitorrinco, El Túnel, etc. Con algunos premios literarios en su haber, en el 2000 fue incluido en el octavo tomo de la antología EL CUENTO PERUANO 1990-2000 que publica el organismo estatal Petroperú. Ganador del Premio de Novela Julio Ramón Ribeyro, del Banco Central de Reserva en 2011.
SIN SALIDA
Desde lo alto del tejado, Casandra se sintió tan pequeña, tan frágil y temblorosa, que cerró los ojos para tapar la realidad. Pero el viento soplando contra su cuerpo le hizo reparar que era víctima de una equivocación. Volvió a mirarse, indignada, y quiso gritar al cielo su enérgica protesta; pero sólo abrió la boca sin que del fondo de la garganta surgiera la voz que esperaba. Con angustia, con íntima desesperación, se detuvo sobre la cornisa, sabiendo de antemano que debía repetir aquel acto que apagó su última forma de vida. Si, como sospechaba, era cierto lo que decían acerca de los de su especie, ella tendría que hacerlo siete veces para enterarse por fin qué otro perfil le deparaba el destino. Sin embargo, esto no la contuvo; era como dar vueltas interminablemente a un manubrio, algo que siempre había hecho y que haría también en la fase ulterior. Entonces, ya resignada, inclinó lentamente la cabeza y mientras caía apenas si pudo soltar un apagado maullido.