La Arroba,
la grafía indispensable
En los asuntos de la lengua, como en los muchos asuntos de la vida humana, (tiene que ser porque el lenguaje verbal es un producto social sujeto a los devaneos naturales de la sociedad) a veces ciertas palabras y símbolos adquieren una gran preponderancia y otros, en cambio, a penas si existen por un tiempo, algo perdidas entre las tantas palabras y símbolos que se amontonan en las páginas de los diccionarios, hasta finalmente difuminarse entre el sinnúmero de términos agrupados con la denominación despectiva de arcaísmos. Sin embargo, también hay que mencionar casos diferentes. El caso de símbolos que, de tener un perfil medio o casi técnico, pasan a ser parte infaltable del quehacer diario. De pronto, su presencia es imprescindible en demasiados momentos de la comunicación. Ese ha resultado ser caso de la arroba.
No me había percatado de ellos hasta que leí un artículo que explica la ascensión de la arroba.
La palabra arroba ha experimentado innumerables cambios semánticos con el paso de los años: lejos ya de referirse a las medidas de peso y de capacidad de antaño, hoy en día la arroba (@) es un símbolo de actualidad y progreso por su vinculación con las nuevas tecnologías y, en concreto, con Internet y las direcciones de correo electrónico. Su uso en contextos informáticos se debe a que en inglés el símbolo se denomina at, como la preposición at que significa ‘en’; de esta manera se indica en qué dominio está hospedada una dirección de correo electrónico. Sin embargo, pocos saben que el origen del signo es mucho más antiguo y hay diferentes teorías al respecto. Según una de ellas, ya lo utilizaban los monjes de la Edad Media como acortamiento de la preposición latina ad -que significa ‘a’, ‘hacia’- debido a la ligadura entre las dos letras que se producía al escribirla a mano. Volviendo a nuestros días, este signo se ha extendido tanto que ha sobrepasado las fronteras cibernéticas y ha adquirido nombres populares, más descriptivos, como ensaimada por el parecido con la forma acaracolada del dulce mallorquín.
Por una parte, la nueva grafía -que si hace fortuna tal vez se consolide en el abecedario de las nuevas generaciones y aparezca en los diccionarios entre la a y la b- por el momento no tiene correspondencia fónica, por lo que este uso es imposible en la lengua oral. A ello hay que añadir los problemas derivados de las diferencias ortográficas entre la forma femenina y la masculina de algunos pares (como el/la), que dificultan enormemente la utilización de la arroba. Es evidente que el o la niñ@ no es una solución adecuada o que, como mínimo, una expresión así llamaría la atención por su incoherencia; cosa de la que, por otra parte, ya se ha percatado la Real Academia Española, que en el Diccionario panhispánico de dudas además considera inadmisible el uso de la arroba con estos fines puesto que no es un signo lingüístico.