Al parecer las grandes olas de la crisis económica estadounidense ha empezado bambolear fuertemente los barcos editoriales del país del norte. Sin embargo, los analistas todavía discuten si es la crisis la verdadera responsable del descenso de las ventas y del miedo de miles de empleados que se verían aumentando las cifras de desempleo. El panorama se ilustra de la siguiente manera: antes los empleados no se daban abasto con la cantidad de clientes y pedidos en las instalaciones de las más importantes librerías, hay que acotar que una librería o bookstore allá puede ser del tamaño de un piso de un Saga Falabella o Ripley; en cambio, ahora las instalaciones suelen estar desiertas o, al menos, y es lo más interesante, los clientes se dirigen a la cafetería a leer el libro. Sí, ir a una librería, sentarse, leer el libro, dejarlo e irse. Aunque esa práctica no es masiva en el Perú, se puede dar con algunas concesiones en las librerías Crisol o Ksa Tomada de San Isidro. Los analistas se preguntan si es cierto que la crisis es la única responsable, ya que un libro es un entretenimiento muy barato en comparación a otras. Entonces como suele pasar en la historia de la economía esta crisis tiene un conglomerado de causas. Internet también tiene su cuota: el cine, la televisión, los videos musicales se trasladaron a Youtube, es decir, a Internet; acaso los libros no tendrían la misma suerte. Sí, confieso que a veces paso leyendo más tiempo frente a mi computadora que frente al irrenpasable y romántico libro, con sus textura, olor y calidez, pero la mayoría de lectores usa esta plataforma para llenarse de información, y sabemos que para eso está Internet. Entonces, el futuro estará en los ebook, el futuro estará comprar libros online, el futuro será lectores en los parques con conexión wi fi y una laptop muy pequeña donde lean Cien años de soledad, por ejemplo, mientras envían correos o hablan por teléfono.Las bibliotecas estadounidenses bullen. Pocos lugares pueden presumir de tener más clientes en plena crisis económica, según cuentan periódicos locales de todo el país. Leer libros sin tener que comprarlos parece una sana manera de entretenerse en el universo de austeridad que millones de personas en todo el mundo han decidido autoimponerse mientras el temporal de despidos e incertidumbre arrecia.En cambio, cadenas de librerías como Barnes & Noble o Borders, empiezan a sufrir la escasez de clientes. «Los sábados solíamos estar sobrepasados. Mira esto hoy, es un páramo. Y los que hay, se leen las revistas y los libros en la cafetería y se van a casa sin comprarlos. Estoy seguro de que la empresa va a empezar a despedirnos a nosotros también», comentaba hace unos días un empleado de una de las sucursales más céntricas de Barnes & Noble en Nueva York.Los negocios no van bien en el mundo editorial. Esa librería, la más grande del planeta, con 40.000 empleados y casi 800 locales repartidos por todo Estados Unidos, lleva seis meses registrando una caída de sus ventas, que durante la temporada navideña encogieron un 7% respecto al mismo período del año anterior. Además, su cotización en Bolsa se ha devaluado a la mitad en apenas 10 meses. Uno de sus principales inversores, William Ackman Pershing Square Capital Management LP, acaba de anunciar la venta de todas sus acciones, y eso que aún no se han hecho públicas las cuentas de la empresa relativas al último trimestre, que no se auguran buenas.Su principal competidor, Borders, la segunda librería del país, atraviesa una crisis aún más grave, con pérdidas continuadas a lo largo del año, falta de liquidez, acreedores pisándoles los talones y un bajón en las ventas navideñas del 12%. Tan mala es la situación que Borders se puso a la venta en primavera y ninguna empresa se atrevió a comprarlo. Para hacer frente a su propio caos se acaba de anunciar un cambio en su dirección, pero en el mundo del libro se rumorea que sus días están contados.A esto hay que añadirle el goteo de despidos que han registrado todas las grandes editoriales estadounidenses, desde Random House, propiedad del grupo alemán Bertlesmann, a Simon and Schuster, del conglomerado CBS, o Harper Collins, brazo editorial de News Corporation. Hasta el mundo de las biblias, que en Estados Unidos son una importante referencia al tratarse del libro más vendido anualmente (25 millones de ejemplares en 2007), se prepara para el Armageddon: Thomas Nelson, la mayor editorial de contenidos cristianos del país, responsable del 36% de las ventas de biblias estadounidenses, despidió en noviembre al 10% de su plantilla.Las ventas online en cambio, siguen subiendo, como demuestra el 17% de aumento que Amazon.com ha preanunciado respecto a sus resultados globales de 2008. Por eso hay quien asegura que el problema del mundo editorial no tiene ninguna relación con la crisis, sino con un sistema de negocio que se ha quedado obsoleto. «Los libros no suelen sufrir en tiempos de crisis porque son uno de los entretenimientos más baratos. El problema es que el mundo editorial hoy funciona de la misma manera que en el siglo XIX. Es muy ineficiente, así que esta crisis generalizada creo que nos va a venir bien para ponernos al día y adaptarnos al siglo XXI». Lo dice un veterano de las letras, Mort Janklow, uno de los agentes más poderosos de la industria neoyorquina, responsable de Janklow & Nesbit, donde están representados entre otros Tom Wolfe, Thomas Harris, Al Gore y Daniele Steele, entre más de mil autores.Sus palabras no parecen descabelladas: mientras la música ha transformado radicalmente su modelo de negocio y el cine y la televisión comienzan a hacerlo obligados por los cambios que ha traído Internet, el mundo del libro se ha quedado rezagado. «Las editoriales no controlan la distribución y pierden mucho dinero por ello. Todo se basa en apuestas, en probabilidades, nadie sabe realmente cuántos libros imprimir o reimprimir y además las editoriales tienen que hacerse cargo de lo que esas librerías inmensas no son capaces de vender. Todo eso tiene que cambiar, sobre todo ahora que los pequeños libreros se han visto obligados a desaparecer», sostiene Janklow. En su opinión, las editoriales tienen miedo de los cambios que puede traer el mundo digital porque temen perder dinero. «Pero es que el negocio de la cultura nunca debería haber tenido como objetivo el ganar dinero a espuertas. Es ridículo gastarse millones en fiestas, viajes y cenas de lujo. Ahora todas las editoriales anuncian que se apretarán el cinturón. Normal. Lo absurdo es que vuelvan a despilfarrar cuando las cosas vayan bien. La cultura tiene que ser rentable pero no debería tener como objetivo el exceso», asegura un agente que consigue para algunos de sus autores adelantos millonarios. «Pero eso me permite que otros escritores menos conocidos al menos puedan publicar y vivir de su trabajo», se defiende.Esos son los que más van a notar la crisis, afirma Janklow, puesto que las grandes editoriales no van a estar dispuestas a apostar por desconocidos. «Pero esto es sólo transitorio. Yo tengo mi propia teoría: en cinco años este negocio va a ser muy diferente. Y no va a ser el Kindle (el iPod de los libros) el que lo revolucione, me parece demasiado frágil. Yo creo que pronto se va a crear una impresora hiperveloz e hiperbarata que permitirá a la gente imprimir sus libros y encuadernarlos en su propia casa en cuestión de minutos. Y eso va a hacer que se pierdan muchos intermediarios por el camino».Y como ocurre con muchas revoluciones, puede que sean precisamente los pequeños quienes introduzcan grandes cambios: esta semana la editorial escocesa Canongate Books anunció que digitalizará todo su catalogo -450 títulos- y comenzará a añadirleextras a sus libros digitales. Nick Cave va a publicar con ellos la novela The death of Bunny Munro, para la que el cantante australiano está además componiendo una banda sonora que vendrá con su ebook. Y la novela Homicide, de David Simon, creador de The Wire, también aparecerá en digital acompañada por entrevistas con el autor y protagonistas de la serie. Jamie Byng, de Canongate, lo ve así: «No nos limitamos a copiar y pegar el contenido online. Estamos usando el medio, ahí es donde están las nuevas oportunidades. Sería una locura no tomar en serio los cambios que ya se están produciendo. La industria de la música aún está sufriendo por no haberlo hecho a tiempo».La nota aparecida en el Pais.com