Su nombre fue María Luisa Natera de Guevara y Federico García Lorca la conoció cuando ella tenía quince años y el poeta vivía los dieciocho. Ahora el investigador Ian Gibsón asegura que ese tierno rostro, de mirada casi transparente, inspiró algunos de los versos de amor más sentidos del poeta. Como por ejemplo: Ojos «
que sin mirarlos dan la muerte / con el puñal azul de su recuerdo«.
Seguramente. ¿Cómo no buscar que las palabras hagan su mayor esfuerzo cuando te encuentras con amores cuya belleza conmueve y abruma hasta dudar de la razón?
Claro que una cosa tener la magia verbal de García Lorca y otra distinta ser simplemente un mortal, de verso torpe, intentando materializar en palabras la sensación más abstracta de la belleza y del amor. Ni hablar.
La historia se hubiera perdido si no fuera porque en los años 70, María Luisa le contó a una de sus hijas (militante comunista y lectora de poesía) que Lorca había sido su «pretendiente».
Según
Ian Gibson, en artículo publicado en La Ñ, hay más versos de Lorca que podrían referirse al tiempo que pasó con ella. Por el momento, hay pocas evidencias más sólidas. Una de las hijas de María Luisa busca en su casa una fotografía que los dos se tomaron en el balneario de Lanjarón. Las cartas que se cruzaron tuvieron el mismo destino que Lorca (fusilado por las tropas franquistas) y buena parte de España. Las quemó Enrique Hitos Rodríguez, el militante de la CNT (el sindicato anarquista que acompañó al gobierno republicano) que se casó con María Luisa, por miedo a que la Falange las descubriera en alguno de sus registros.
El artículo no escamotea los asuntos sobre la homosexualidad de García Lorca o sobre los tantos amores frustrados del escritor español. Simplemente destaca la tierna historia de un joven artista y una bella adolescente cuya relación no progresó porque la sofisticada familia de la Natera, al parecer, no aprobó su relación con un joven aspirante a poeta.
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