Santiago Roncagliolo acaba de publicar su nueva novela «Memorias de una dama». Gracias a la editorial Alfaguara el ganador del Premio Alfaguara 2006 nos entrega una novela que se aleja mucho del tema del terror en el Perú de Abril rojo para introducirse en los claroscuros de la memoria. ¿Será que este tema es una forma de tocar tangencialmente el tema del terror? Ya Iván Thays lo hizo con Un lugar llamado oreja de perro. Si aceptamos que todo hecho violento genera en las víctimas y perpretadores recuerdos que en el futuro aspirarán a ser comprendidos o deconstruidos para poder ser procesados, entonces la novela de Roncagliolo va por ese camino. Esta vez no es la voz de una víctima del terrorismo, sino es la voz que trata de ser concretizada en una dama de la alta sociedad caribeña, Diana Minetti, quien se entrecruza con un mediocre escritor peruano que desea a toda costa el éxito literario. Así aquellos recuerdos de las dictaduras serán transformados o envanecidos por la farsa. ¿Acaso es un guiño a todos aquellos que tiene o tuvieron en sus manos hablar de un acto políticamente traumante y cómo en sus manos se envaneció hasta ser parte de lo que la memoria olvida? Solo especulo. Estaremos seguros solo después de leer la novela.
The New York Times
«La millonaria Diana Minetti quiere escribir sus memorias, una historia llena de glamour y fiestas de la alta sociedad en Londres y París. Pero contrata para el trabajo a un escritor peruano mediocre, arribista y casi ilegal que quiere publicar un libro de éxito cueste lo que cueste.Durante la investigación, el biógrafo descubre los vínculos de la familia de Diana con el fascismo, la Mafia italiana, la CIA y las dictaduras caribeñas de Trujillo y Fulgencio Batista. Y decide escribir una historia muy distinta de la que quiere su clienta. Jackie Kennedy, Benito Mussolini, la Revolución Cubana, Lucky Luciano, Mario Vargas Llosa desfilan por este libro, mezcla de comedia, thriller y novela histórica sobre las mentiras, el dinero y las buenas familias».
«Conocí a Diana Minetti en su residencia de la avenida Roosevelt, a pocos metros de los Campos Elíseos. Vivía entre las galerías de arte más exclusivas, cerca del palacio presidencial, y desde la terraza de su dúplex se dominaba toda la ciudad, de Montmartre a La Défense».
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