He disfrutado plenamente los 80 minutos invertidos en la película Loving Vincent, obra dramática animada y biográfica de 2017 sobre la vida del gran pintor Vincent van Gogh. Aunque, en verdad, el contenido de la película no se aboca tanto en la vida de Van Gogh, sino en las circunstancias de su muerte, aunque desde una perspectiva bastante peculiar; es decir, desde una especulación – bastante difundida – de que el pintor no se suicidó, sino que fue víctima de un penoso y mortal desencuentro con un habitante del lugar, con problemas mentales, que disparó en contra de él.
Armand, hijo del cartero Roulin (gran amigo de Van Gogh), debe entregar una carta póstuma del pintor a su hermano Theo. En el transcurso de la película, este escucha historias sobre la difícil vida del artista y, más aún, sobre la posibilidad de que el artista no se haya suicidado, sino que haya sido víctima de una desgracia, una desgracia final como colofón de un conjunto de tragedias que acompañaron su vida. Arman indaga sobre ello y se encuentra, además, con muchos otros datos que amplifican el conocimiento sobre la biografía de Van Gogh.
Sin embargo el valor de la película es mucho más ambicioso. Su mayor riqueza está en el tratamiento de ella. Es la primera película animada completamente pintada. Además está el hecho de que cada uno de los 65,000 cuadros de la película es una pintura al óleo sobre lienzo, utilizando la misma técnica de Van Gogh. Este proyecto fue desarrollado por un equipo de 115 pintores. Escrita y dirigida por Dorotea Kobiela y Hugh Welchman, la obra resulta altamente valorable.
Por lo que se sabe, se optó por utilizar pintores de formación clásica sobre animadores tradicionales, porque en su propuesta estaba trabajar con pintores que usaran particularmente el óleo. Se dice que hubo un total hubo 125 pintores responsables de la animación. El guion gráfico del proyecto se basó en las obras que Van Gogh había pintado, que luego se modificaron para la pantalla. Estos van desde alteraciones simples hasta reconsideraciones que incorporan diferentes efectos del clima o la hora del día. En total se pintaron 65,000 marcos.
El resultado – según mi impresión – es formidable. A pesar de que el desarrollo del guion no se desmerece para nada, es el tratamiento visual lo que eleva la película en gran modo. Excelente la relación entre la visión cromática de Van Gogh y el planteamiento cinematográfico. Impresionante la animación de muchos de sus cuadros (y resulta que pintó mucho) a fin de darle cinética a la propuesta. Cuando terminé de verla, quedé extasiado de color, subjetividad, magia y, también, de gran melancolía por la trágica vida de un genio.
Por si acaso, la película ganó el premio «Característica internacional más popular» en el Festival Internacional de Cine de Vancouver 2017. Ganó el XII Festival de Cine Inédito de Mérida (FCIM). Hace muy poco ganó el Premio al Mejor Largometraje de Animación en la 30 ° European Film Awards en Berlín.