Comencé a leer Madrugada de Gustavo de Rodríguez (Alfaguara, 2018) motivado por un par de buenas razones. Por un lado, el resumen de la contratapa prometía una historia, no solo interesante, sino que, además, sugería que estaba tratada en un tono de humor bastante original, a pesar de que en la trama se entrecruzaban vidas disimiles, contrastes sociales, prejuicios de todo tipo y varios modos de violencia que actualmente demuelen nuestra sociedad. Ahora bien, también leí la novela motivado por la curiosidad de conocer cuál era el nuevo derrotero que pudiera haber tomado la narrativa de Gustavo Rodríguez.
Sus anteriores novelas La semana tiene siete mujeres y la República de la papaya (ambas por editorial Planeta) ya me habían mostrado la buena prosa de Rodríguez y su preocupación por contar historias sugerentes en un modo directo, sin mucho alambicamiento en el lenguaje ni demasiado regodeo en el experimento formal, solo lo estrictamente necesario para que sus historias fluyan de modo natural. Pero, eso sí, con una gran sensibilidad para mostrar la condición humana en el marco de este mundo urbano contemporáneo limeño: paradójico, prejuicioso y algo atascado.
Pues bien, desde mi punto de vista, con su reciente novela Madruga, Rodríguez ha avanzado con buen pie en la consolidación de una narrativa singular: con voz propia y con una paleta de recursos narrativos cada más consistentes. Va para adelante.
No pretendo afirmar que el escritor ya haya alcanzado su gran novela. De hecho, la idea de alcanzar la novela perfecta es, más bien, una frase retórica. Por lo general, para cada escritor, su mejor novela es la que está por escribir. No obstante, de modo personal, pienso que la presente obra de Rodríguez me deja una gran satisfacción como lector.
Básicamente, la historia de Madrugada gira en torno a la vida de una joven emprendedora llamada Trinidad, dedicada a la confección de ropas y a quien le han diagnosticado una enfermedad producto de una vida previa muy difícil en las zonas contaminadas por la minería ilegal. Ella debe encontrar un donante de riñón. Es entonces cuando decide encontrarse con el único que podría salvarla. Ese es su padre, Danny, a quien no conoce. Danny de los Ríos es un cantante veterano que se mal gana la vida imitando a cantantes del recuerdo como Barry Gibb. Del encuentro de ambos se develan una serie de hechos que explicarán el carácter, la personalidad, las contradicciones humanas que los identifican. En torno de ambos cobran vida personajes que complementan el universo de la novela con sus propias identidades. Con todos ello, la novela (más allá de la trama que no me atrevo a rebelar para no caer en el llamado spoiler) nos permite echar una mirada a las vicisitudes de la vida contemporánea peruana, probablemente más en el espacio urbano limeño.
Madrugada explora la naturaleza y el caos de la sociedad peruana a través de las relaciones y conflictos familiares y – a través de esos conflictos – se infiere a una sociedad caótica, violenta, y atrapada en sus prejuicios.
Ahora bien, como ya es consabido, una buena novela no solo requiere de una buena trama, sino de un tratamiento correcto de la estructura y del lenguaje. Es en este aspecto en donde se nota el trabajo del autor para mostrarnos un lienzo del Perú contemporáneo en varios de sus matices. Para ello ha trabajado de modo interesante en las variedades lingüísticas de las distintas clases sociales y hasta en sus características en los niveles generacionales. De acuerdo o no con la precisión de los matices y giros gramaticales, estas funcionan muy bien en la composición general de la novela.
Pero hay algo más que debo agregar sobre la reciente novela de Gustavo Rodríguez. Algo que ya me lo habían anticipado quienes la habían comentado: que la novela tenía ritmo, y no se referían solo a esa cadencia sintáctica elemental que debe tener todo buen texto, sino que, en verdad, tenía un ritmo realmente musical. A lo largo de casi toda la novela hay un fondo de reminiscencias de canciones y melodías que amenizan el transcurso de la historia. No sé si en todos los lectores, pero seguramente en muchos, algunas de esas menciones musicales agitaron recuerdos.
Madrugada de Gustavo Rodríguez es una buena novela que no defraudará a quienes la lean. Desde esta sencilla Zona del Escribidor me aúno a quienes la recomiendan.