Julio Cortázar escribió que la novela era ese gran combate que libra el escritor consigo mismo porque hay en ella todo un mundo, todo un universo en que se debaten juegos capitales del destino humano. De otro lado, Mario Vargas Llosa afirmó que toda novela es un testimonio cifrado que constituye una representación del mundo, pero de un mundo al que el novelista ha añadido alguna cosa: su resentimiento, su nostalgia, su crítica.
He recordado estas frases luego de haber leído la reciente novela de Gunter Silva Passuni, “Pasos pesados” (2016), publicado por el Fondo Editorial UCV. Su primera novela luego de una larga y aplaudida caminata por el cuento. Ahora bien, no por ser su primera novela (que suele llamarse la novela de aprendizaje), esta ha declinado en la eficiencia narrativa que se esperaba de este joven escritor peruano quien – según tengo entendido – reside desde hace muchos años en Inglaterra.
En la novela se narra las vicisitudes de Tiago E Molina en el contexto de los años ochenta o noventa. Es decir, en aquellos años en los que el Perú estaba a punto de consumirse por el fuego de la violencia subversiva y la cruenta respuesta de un Estado irracional. Tiago Molina puede ser cualquier joven de aquella época viviendo su proceso de aprendizaje en un mundo en donde la injusticia, la desigualdad y corrupción parecían haber tomado control de cada estamento del país. El personaje es, de muchos modos, parte de esa – mal denominada – generación perdida.
Tiago Molina intenta estudiar, sobrevivir, amar, aprender y, sobre todo, creer; sin embargo todo parece derrumbarse moralmente alrededor de él. En el transcurso de la novela conoce personajes a los que valora y que desaparecen abruptamente, y se cruza con otros que le muestran la decadencia moral que se estaba viviendo; se conecta con el interior del país por medio de un viaje al Cusco y queda en evidencia que el desaliento y la degradación se han generalizado. En algún momento, sucumbe ante la cinismo del ambiente y se deja llevar por la circunstancias hasta ser cómplice de un delito. Sin embargo, al final de la novela, como la salida de un túnel oscuro, hay una luz que señala una posibilidad para el futuro. A primera vista es el amor. En mi opinión, es algo más que el amor por Ana, el personaje femenino. En las últimas líneas de la novela, Ana recibe una nota, más bien un dibujo cuya forma es todo un símbolo de esa esperanza no solo para ellos, sino para el país.
De otro lado, debo agregar que «Pasos pesados» es una novela contada desde la reminiscencia, desde los recuerdos que se han ido seleccionando y, probablemente, no siempre se concuerde con la perspectiva que se plantea. Pero eso es lo interesante de la literatura. Esta puede evocar una etapa de nuestra historia pero enriquecida con los temores, los fantasmas y las nostalgias del narrador a través de sus personajes.
Lo que es indispensable en una buena novela es que esta fluya de modo natural, que te capture la historia y que rías, sufras o evoques con ella. En ese sentido, la novela de Gunter Silva cumple con su cometido.
La recomiendo.