¿MACHISMO IDIOMÁTICO?
¿Cómo se dice? ¿La ministro o la ministra? ¿La abogado o la abogada? Son algunas de las preguntas rutinarias que escucho cuando me toca dictar una clase de gramática castellana. Ahora bien, cuando explico que anteriormente era de preferencia
la ministro; pero que actualmente es de rigor
la ministra, son las mujeres presentes en mi clase las que sueltan un murmullo de aprobación. Por allí, siempre hay una de temperamento más enérgico que llega a exclamar que ya era hora y que, hasta en el lenguaje, el machismo está lamentablemente presente. En esos casos, a la mayoría de los hombres de la clase como que les resbala el asunto; tal vez, uno que otro sonríe con cierta ironía y nada más.
Confieso que más allá de mis preocupaciones elementales por estar al día en las sugerencias académicas que buscan desarrollar una normativa justa para el manejo del idioma no me había detenido a reflexionar sobre el título de este post: “Sexismo en el Castellano”. Sólo ahora que encuentro un artículo en
las páginas de Noticias del Castellano, comienzo a hilar situaciones en donde – al menos en principio y
grosso modo – pareciera haber cierta tendencia masculina en nuestra lengua cervantina. Por ejemplo, es de rigor que cuando un mismo adjetivo califique a varios sustantivos de género femenino y masculino, éste deberá estar en masculino plural, aun cuando la mayoría de sustantivos esté femenino:
Había un hombre, dos niñas y una adolescente cansados. En este punto, las mujeres de la clase vuelven a murmurar esta vez con tono de desaprobación.
No me atrevo a decir que se tendría que modificar el asunto. Qué va. Pero por lo menos es curioso el tema que plantea el artículo escrito por Idsa Alergia Ortega para
el diario Claridad.
Ella, en una parte de la introducción dice: Al igual que el lenguaje cada lengua tiene su historia y desarrollo particular por lo cual es producto y reflejo de la sociedad. La filosofía del lenguaje…revela la íntima conexión entre lenguaje, ideología y poder. Incluso sicólogos y sociólogos de la comunicación han estudiado cómo desde la infancia los hombres y las mujeres desarrollan diferentes estilos de comunicación. Por ejemplo, en nuestra sociedad los hombres interrumpen mayor número de veces a una mujer que a otro hombre cuando están conversando. Remarcó la última parte del párrafo y pido disculpas por la cantidad de veces que seguro también he interrumpido a una dama cuando compartíamos una mesa de conversación. Seguro que lo hice, aunque tenía la idea (machista seguro) de que ellas hablaban siempre más que nosotros.
En otra parte, de su artículo agrega: «Una pregunta común en estos tiempos es la siguiente: ¿Es la lengua española sexista? La respuesta de un sector es echarle la culpa a todas las lenguas y con esto finalizar la polémica. Este grupo se olvida que desde su origen unas lenguas son más sexistas que otras. La respuesta de otro grupo de personas es atribuirle a la lengua neutralidad aduciendo que ésta es sólo un instrumento de comunicación y le achacan el sexismo a quien habla o escucha. Sin embargo, cuando desde la sociología, la filología y la lingüística se estudia la lengua española se descubren sus sesgos sexistas, androcéntricos y racistas. El lingüista Alfonso Oroz afirma: “es en el lenguaje donde con mayor claridad se perciben algunas de las pautas sociales que han contribuido a la infravaloración histórica de la condición femenina”.
Creo que todos mis lectores – interesados en estos asuntos del idioma o del machismo tan presente en todo, hasta en el lenguaje – deberían darle una lectura al artículo completo. Termino con una idea estremecedora que leí por algún lado y que buscaba democratizar, al menos uno de los aspectos del lenguaje: «Sin en una reunión hubiera más mujeres que hombres, y alguien (hombre o mujer) tuviera que englobarlos a todos en un pronombre, éste tendría que estar en femenino: nosotras.
Sea como sea, aunque la justicia de su causa las defienda. Confieso mi oposición a esa presunta modificación. Nosotros las queremos, pero, por favor, somos nosotros.