Desde hacía varios días, aguardaba sobre sobre mi escritorio la Antología de microrrelatos eróticos II titulado “69”, trabajo seleccionado por Carolina Cisneros para editorial Altázor. Una cuidadosa edición en formato pequeño que reúne a 69 escritoras que presentan 69 microrrelatos, en tono erótico, con la peculiaridad de estar escritos en 69 palabras.
La edición data de 2016, pero, por una o por otra razón, no había tenido tiempo de agenciarme uno. Hasta que, finalmente, por obra, gracia y cordialidad de la Carolina Cisneros, llegó a mis manos. Y, aun así, hubo de pasar varios días para tener el tiempo y el espacio para leerlo con la tranquilidad que permita examinar un género literario que suele caminar por el filo de la navaja: entre el erotismo y los textos sexuales de mal gusto.
Recuerdo haber leído algunas opiniones de Mario Vargas Llosa sobre el erotismo literario. Lo transcribo: La frontera entre erotismo y pornografía solo se puede definir en términos estéticos. Toda literatura que se refiere al placer sexual y que alcanza un determinado coeficiente estético puede ser llamada literatura erótica. Si se queda por debajo de ese mínimo que da categoría de obra artística a un texto, es pornografía. Si la materia importa más que la expresión, un texto podrá ser clínico o sociológico, pero no tendrá valor literario. El erotismo es un enriquecimiento del acto sexual y de todo lo que lo rodea gracias a la cultura, gracias a la forma estética. Totalmente de acuerdo. Solo me queda agregar lo que, al respecto, dijo Nietzsche sobre el erotismo: Con el placer como hilo conductor, el hombre deja de ser un artista siendo él mismo la obra de Arte.
Después de haber terminado la lectura de esta antología, me queda claro que el trabajo de selección ha sido serio y con mucha delicadeza, pero sin perder el tono encendido, lúbrico y estético que se esperaba de él. Al respecto, encuentro en el prólogo uno de los parámetros que ayudó a formar esta antología con la suficiente amplitud de criterio: Cada quien disfruta el erotismo a su manera y sería imposible delimitar el parámetro real, sería injusto para los lectores que nunca conoceremos y que podrían extinguirse en tan exquisito menú. Y así fue. Disfruté de la lectura, felicito a la seleccionadora, a las autoras y a la editorial por el proyecto.
Transcribo – con el permiso necesario – uno de los microrrelatos. Uno perteneciente a Alejandra Adi.
Bastaba que apagara la luz para que se le metiera en su cama. Nadie lograba hacerla gozar tanto, al punto de sentir que solo él podía entrar hasta en los lugares más recónditos de su cuerpo. Pero no había abrazos después del último gemido y se iba si siquiera saludarla. Ella había aceptado las reglas del juego. No todos tienen el placer de ser la amante de un fantasma.