Alguien ronda por aquí usando mi nombre para decir bobadas
A PROPÓSITO DE
LAS «NOTAS DE LA CIUDAD»
Desde hace algún tiempo coloco entre comentario, noticia o crítica unas historias que denomino «Notas de la Ciudad». Este tipo de trabajo lo comencé hace mucho tiempo cuando el director de un desaparecido periódico me señaló la tarea de salir a la calle y traer una historia que tuviera como característica una anécdota original de esas que pueden suceder en cualquier momento en alguna esquina de esta inesperada ciudad. Luego tenía que dramatizarla como si fuera un relato, pero en un estilo sumamente directo sin tantos afanes literarios. La propuesta no era original en la composición de los diarios de Lima. Aunque en este caso, el director me contó que la había asimilado de una columna que aparecía por aquellos años en un periódico de Buenos Aires en donde – se supone – el redactor tenía cerca una ventana desde donde se podía ver una gran parte de la ciudad y, desde allí, fabulaba historias comunes de los traseúntes. Para mí la cosa no iba a ser con ventana sino con caminata por las calles y con la orden tajante de que no me atreviera a volver sin historia.
El ejercicio resultó aleccionador para mí. De ser un trabajo que yo hacía por un pequeño sueldo y por el afán de laborar para un periódico, se fue convirtiendo en una rutina que me permitía descubrir lo que a veces no se percibe. Cada quien va por allí abrumado con sus problemas y con tan pocas ganas de fijarse en los demás. Cuando se cerró el periódico, yo ya había absorbido la lección y se me había quedado el hábito de estar atento a las cosas de la calle.
Ahora bien hago toda esta introducción para aclarar, a quienes me preguntan sobre la veracidad de las historias, que simplemente son historias y punto. Narraciones en donde el gran reto es la verosimilitud (que es una ley narrativa primaria), pero que no es buena costumbre buscarles un referente fiel con la realidad. Es una afirmación harto conocida que la literatura es la verdad de las mentiras o las mentiras con aires de verdad. Y nada más. Un relato se disfruta, un relato te confunde momentáneamente, te arrastra por los confines de su dimensión, pero allí acaba todo. Este párrafo va para quienes me han enviado correos o comentarios al post anterior confundiendo la realidad con la ficción.
Este otro va para el «pendejerete» que ha usado – no sé si intencionalmente – mi nombre para soltar un pueril e insufrible comentario con relación a una pregunta inocentona de una lectora. Que cada quien diga lo que piensa va bien, pero sin usar nombres ajenos.
Por lo demás, gracias por leer mis post y mis historias. Estas cosas de la globalización y la tecnología tienen su lado positivo, al menos en esto de acercarse literariamente más con quienes gustan leer o fabular historias.