Antes de la reseña:
La intención de esta nota es la de redactar una reseña del libro de cuentos «Hijos de la guerra» (Hipocampo Editores, 2020) del joven escritor Enmanuel Grau (Lima, 1987). Evidentemente, los tiempos no son los mejores para manifestaciones artísticas, pero tampoco es asunto de paralizarnos: el arte no es solo una exposición del espíritu, es también – y vale destacarlo mucho ahora – una memoria de nuestros tiempos.
Sin embargo, antes de la reseña creo necesario compartir con ustedes una historia alrededor de este estupendo libro de cuentos de Enmanuel Grau. Es decir, un contexto para la presentación de los cuentos que conforman «Hijos de la guerra»: ocho relatos urbanos sólidos que vale la pena leer y que, a su vez – como suele suceder – tienen también su propia historia de cómo se convirtieron en un libro de cuentos.
En primer lugar, he sido testigo de cómo se fue forjando este libro a lo largo de muchos meses. Por supuesto, este proceso creativo comenzó muchos meses antes de que este virus malhadado nos removiera la vida y trastocara los sueños para volverlos en la pesadilla que es ahora. Bueno, tampoco es los de antes hubiesen sido los mejores tiempos, pero, como sea – a trancas y barrancas – se vivía el presente y se planeaba proyectos futuros, aunque estos fueran tan endebles como lo son muchos sueños. Por ejemplo, ser escritor.
Enmanuel Grau, egresado de la universidad Federico Villarreal, padre de familia, profesor, trabajador a tiempo completo se había trazado ese proyecto como parte de su agitada vida: ser escritor. Lo conocí cuando publiqué uno de sus primeros cuentos en mi página Cuentos Peruanos Contemporáneos, de la Zona del Escribidor. En dicha página – que los invito a visitar cuando puedan – tengo la fortuna de haber publicado (y seguir publicando) un cuento y una biografía de muchos escritores peruanos en actividad. Algunos escritores eran ya reconocidos (por decirlo de alguna manera) y tuvieron la gentileza y amistad de compartir sus trabajos en mi página para alternar, así, con otros que – a pesar de su innegable talento – aún tenían mucho camino que recorrer y tenían que comenzar desde algún sitio. El cuento que Grau publicó era bueno, y como se dice en el mundo deportivo: en la primera jugada dentro del área se le vio el talento para la requiebre y la jugada verbal.
Hicimos cierta amistad por medio de correos y mensajes. Al poco tiempo me anunció que ya tenía el número de cuentos adecuado para convertirlo en un libro. Me alcanzó un borrador del libro, y seguramente también se los alcanzó a otros lectores amigos, también para que le dieran su opinión. Se lo devolví con alguna que otra sugerencia para optimizar las historias. Lo hice con el resquemor de que no le gustaran las opiniones y se sintiera ofendido en el ego de todo artista. Pero no fue así. Al contrario, se empecinó en pulir su trabajo, aunque no sé si tomó en cuenta mis sugerencias o hizo lo contrario para salvar sus historias. Como sea, al poco tiempo me comentó que el libro estaba listo para el siguiente paso. Su publicación. En esta parte, anoto como referencia que los tiempos aciagos de este despiadado coronavirus aún no nos habían invadido. Aunque, eso sí, para finales del año pasado, ya se rumoraba de que había un virus, mucho más virulento que algunos otros que ya nos habían golpeado y que parecía expandirse amenazadoramente.
En relación al libro, el siguiente paso era buscar su edición. La publicación de un libro sigue siendo una difícil tarea, a pesar de que algunos digan lo contrario. Más aun un libro del campo literario y, peor aún, un libro de cuentos de un joven escritor poco conocido. Ha pasado mucho tiempo desde aquella vez en la que Enmanuel Grau me enseñó el primer anillado de su libro en búsqueda de un editor. Sin embargo, el joven artista no solo es un escritor con talento, requisito fundamental antes de todo. Grau es un hombre persistente y con las ideas claras. Hizo todo el esfuerzo para conseguir su objetivo y el libro recorrió todos los caminos. Buscó todos los contactos. Yo hice lo que pude por dar una mano, y fue poco. Probablemente otros también los intentaron, y seguro que también Enmanuel Grau se tropezó con esos editores que medían los libros literarios al peso y como mercancía de poca demanda. Pero esa es otra historia. Como sea una tarde, me llegó un mensaje: el libro de cuentos «Hijos de la guerra» de Enmanuel Grau había sido publicado por Hipocampo Editores. El autor no cabía en su cuerpo por la alegría.
Y antes de que llegara la noche:
Y ahora viene la siguiente parte de esta nota antes de reseñar el libro que ya anticipé como bueno. Finalmente, una tarde nos citamos en un bar del Centro de Lima. Le había pedido – muy contento – una copia. Sin embargo algo pasó esa vez, llegamos tarde, no recuerdo bien, pero solo alcanzamos a vernos al paso, y cuando quise pagarle por el libro (porque los libros cuestan y no es cosa de ir regalándolos como si no tuvieran un valor real y dignidad), él me lo obsequió con dedicatoria ya preparada con anticipación. Era cosa de reciprocidad seguramente y lo acepté con mucha alegría. Lo felicité, me dijo que estaba orgullo del libro, de la carátula, de los amigos que había conseguido en el camino, que ya estaba planeando la presentación y pensando en la campaña de promoción, en fin, en todo lo necesario para abrirle camino al flamante libro.
Y entonces (no quería usar la desgastada frase literaria: «de pronto») pasados uno pocos días, como ya se imaginarán, llegaron los vientos estremecedores de esta pandemia. Ya no como un rumor, sino con toda su contundencia mortal. Entonces no solo nos fue conculcada la libertad, la esperanza y la vida a raudales sombríos. (Nota aparte: tanto esfuerzo en vano para que ahora todo se haya salido de control y que de nada haya servido tanto arresto y descalabro económico).
Lo que se viene:
No me atrevo a decir que ya estamos regresando a la normalidad (para nada); es más no tengo claro el concepto del tipo de normalidad que se nos viene. Pero sé que la naturaleza humana tiene para rato, que sobreviviremos y, poco a poco, de alguna nos recuperaremos. Y, en ese sentido, estoy seguro de que el arte – entre otras manifestaciones de nuestra cultura – debe persistir.
La importancia de “hijos de la guerra» de Enmanuel Grau
Y ahora sí, permítame hablarles de este buen libro de cuentos que, en físico, ya está en la espera de lectores que seguro lo van a disfrutar.
Como debe ser, un buen libro de ficción te engancha y punto. No hay necesidad de que te capture hasta el infarto, pero si se llega a terminarlo y queda la sensación de que haber sido parte de ese mundo verbal vale la pena. Aun cuando sea por unos momentos, si las historias, los lugares y las palabras envuelven al lector en su magia, entonces el libro resulta bueno.
Ya luego, en un acto de razonamiento literario (que no siempre acierta), se buscan las razones por las que el libro gustó. Y en ese campo, el tema se puede volver enrevesado. Hay explicaciones que van desde la profundidad u originalidad de los personajes, locaciones o tiempos ficcionales hasta la innovación del paradigma. En fin, esa ya es cosa de la crítica y su larga disquisición. En otros casos, se apela a la peculiaridad de la estructura narrativa o la originalidad del tratamiento verbal. También está la aplicación de las técnicas narrativas, de las conocidas o innovadoras. En el plano más ideal, una gran obra es la suma de todos los aciertos y la casi ausencia de descuidos. Sin embargo, ese sigue siendo más un ideal que una realidad tangible.
En los cuentos de Grau van a encontrar una sucesión de ocho historias que parecieran haber sido tomadas de los sitios más usuales de esta gran ciudad. Con personajes tan comunes como cualquiera de nosotros, tan parecidos que, a ratos, provoca preguntar por su dirección y buscarlos para conversar con ellos. Sin embargo, qué es lo magnifica una historia como para convertirla en una historia peculiar. Una las columnas básicas del cuento (al menos los llamados convencionales) es la confrontación en la que se ven comprometidos los personajes; es decir, el conflicto. El momento en el que tiene que enfrenar una decisión. El momento en el que la decisión que se tome alcanza el clímax narrativo. Es el momento en que el lector ya está comprometido con la historia. Ahora bien, para que ese propósito narrativo se cumpla se necesita haber dispuesto de los componentes narrativos con sumo cuidado, y esa es la tarea de un buen escritor. ¿Cómo lo consigue? Pues, como ya dije grosso modo, con mucho trabajo y habilidad para manejar las herramientas narrativas.
En este libro hay historias de adolescentes que se rebelan a su destino, de amigos de barrio que deben enfrentar – en una voz – colectiva las adversidades de un villano. También hay historia de escritores y de admiradores de escritores y de sus leyendas. El choque constante de fuerzas opuestas que, en algunos casos, son irreconciliables como en el cuento
« La Pampa » . También está el mismo cuento que le da título al libro, «Hijos de la guerra», que relata el destino trágico al que es conducido el chileno, un estudiante aparentemente extranjero, producto de la envidia, el recelo y la rivalidad ya existente entre unos muchachos de un colegio. Es decir, las heridas sociales, la confusión, la incertidumbre marcan la existencia de los personajes de este conjunto de cuentos.
Y para que estas historias logren su cometido, el autor ha hecho uso de los recursos narrativos como el de las voces colectivas, los contrapuntos, los saltos cortos al pasado, las elipsis. Recursos que deben haberle costado muchos ensayos previos y de los que ha hecho un aceptable empleo en sus historias. Leer este manojo de cuentos es hacer un recorrido por esa parte popular de la ciudad, cualquiera (cualquier rincón de Lima, por ejemplo) y participar de la vida y conflictos de sus personajes como si fueran muy cercanos. Es un ejercicio literario que vale la pena, una lectura que nos hará rememorar una ciudad, siempre caótica, pero cuando aún la pandemia no nos había arrinconado, como ahora.
Felicidades, Enmanuel Grau por tu libro «Hijos de la guerra».
Biografía del autor:
Nació en Lima el 1 de setiembre de 1994. Estudió Educación en la UNMSM. Actualmente, es profesor de Comunicación en el nivel secundario y dirige Palabra Tallada, una página que difunde contenido cultural. Algunos de sus cuentos han sido publicados en diversas revistas literarias como Tarpuy, La Resistencia, Sexta Fórmula, Libre e independiente y Tertulia Cero. Un cuento suyo aparece en la Zona del Escribidor.