He terminado de leer la reciente novela de Henry Zapata Palomino, “Los otros viajes” (Editorial Apogeo. 2020). Como me suele pasar con los relatos que se enmarcan en hechos históricos que, de un modo u otro marcaron una época de mi vida, luego de cerrar la novela de Zapata estuve divagando un largo rato en algunas escenas del libro y contrastándolas con las imágenes personales que rememoré de los difíciles años que vivimos los peruanos en los años del terrorismo.
La reciente novela de Henry Zapata, a través de la voz y vicisitudes de un personaje joven, narra la época más dura del terrorismo desde una perspectiva personal, casi intima. Por si acaso, “Los otros viajes” no es la historia de algún gran héroe que se enfrenta a la tiranía; tampoco es una novela que contenga la reflexión profunda o filosófica de un testigo de aquellos aciagos hechos. Es tan solo la historia de un peruano de clase “popular” que sufre los embates de la violencia (de uno y otro lado; es decir, lo ya sabido: tanto el estado como el terrorismo), y resiste esa opresión mientras padece la escasez arrasadora de la pobreza; es decir, probablemente la historia que tuvieron que vivir casi todos los peruanos de condición humilde durante esas trágicas décadas.
Inevitablemente la mirada del narrador está cargada de nostalgia porque no puede ocultar que su historia esté contada en tono de recuerdo. He allí una marca difícil de evitar, cuando se elige un narrador testigo para contar una historia evocativa. No digo que sea una falla narrativa, sino una peculiaridad en esta clase de narraciones. De allí que tanto las descripciones de las locaciones: barriadas, pueblos y caminos rurales que cruzan el país, así como las muchos personajes y anécdotas aparezcan en la novela con pocos trazos descriptivos, pero con la suficiente fuerza narrativa como para captar la atención del lector. Esto último gracias a la intensidad con la que se evocan los hechos según como van marcando las emociones del personaje central. Una buena historia muchas veces se apoya más en la potencia con la que se presentan las emociones ante lo hechos que en la descripción puntillosa de las locaciones y los tiempos. El lector participa activamente de los hechos a través de las emociones del personaje que enfrenta los conflictos de la novela.
En esta segunda novela de Zapata (la primera se titula “El último viaje”- 2017), el autor vuelve a trazar un itinerario para conocer la vida de un peruano de raíces provincianas que debe madurar en una inclemente y caótica capital de tufo discriminador. “Los otros viajes” viene a ser algo así como la segunda parte de un díptico narrativo con el que, probablemente, el autor cierra un ciclo narrativo entre autobiográfico y catártico con buena mano.
“Los otros viajes” puede despertar muchas emociones y avivar impresiones nostálgicas en aquellos lectores que – a su modo y yo diría que la mayoría – han “sufrido” el proceso de adaptación a la vida urbana, pero del lado más duro, el de los sectores denominados marginales en el sentido económico. En este sentido, la literatura es una buena memoria histórica de los acontecimientos que moldean la historia de una nación a través de las pequeñas historias de cada uno de sus habitantes.
Felicito al autor. Espero con ansias los nuevos caminos que tomará su narrativa luego de este proyecto narrativo bastante cumplidor. Los invito a leer la novela apenas puedan.