Se ha hablado mucho de ti como el escritor peruano joven más interesado en el tema político. ¿De dónde viene ese interés en tu narrativa?
Eso ocurre porque cuando empecé mi primera novela, «Los años inútiles,» venía de la época terrible del primer gobierno de Alan García y era imposible escapar de ello. Era una época sumamente politizada. En España escribí desde esa sensación. Y esta novela llevó a la otra y mi interés en hacer una trilogía. El interés contemporáneo más lejano resultó ser el gobierno de Velasco. Pero la novela que vengo escribiendo ahora ya no es tan política.¿Tienes todavía el interés de hacer una novela sobre Montesinos, tal como declaraste hace unos años?
Lo que yo planteé más bien fue que me interesó incorporar a Montesinos como un personaje de mi novela «Un millón de soles», porque él fue asesor del general Montagne y eso me pareció muy interesante. En todo caso, la historia de Montesinos es muy difícil de novelar porque, como tantas cosas reales en el Perú, resulta difícil de creer. Pero por ahora no me provoca. No tengo un convencimiento emocional.¿Tus temas no son una especie de ajuste de cuentas con el Perú frente a tu exilio voluntario?
Creo que sí. Una novela se parece más a una psicoterapia y desde ese punto de vista es un ajuste de cuentas. Siempre estás preguntándote por tu relación con el país. Yo vivo veinte años en España y, no obstante, sigo escribiendo sobre el Perú, pero no soy un fervoroso nacionalista. El Perú es una cosa a la que renunciamos cada quince minutos, pero en esa renuncia hay una esencia de la que no podemos escapar.¿A qué escritores peruanos te sientes próximo?
A mis amigos: Fernando Iwasaki, Iván Thays, Fernando Ampuero, Alonso Cueto, Gustavo Rodríguez, por una cuestión de inmediatez, los tengo más cerca. A otros estupendos escritores recién los estoy conociendo como Nieto Degregori. Pero la vinculación solo es una cosa de azar. No necesariamente quiero decir que sean los mejores. Mi vínculo es la amistad. No obstante, al congreso que organizamos en Madrid invité a andinos y a criollos, y a los que quieren pasar como de ambos grupos.¿En España los ven a ti y a Iwasaki, por ejemplo, como una comunidad especial?
Sí. Iwasaki dice que por mucho que vivamos allá vamos a ser siempre escritores hispanoamericanos, pero cuando llegamos al Perú somos los peruanos de fuera, no participamos de nada. Flotamos en una especie de limbo. Ahora, como en España hay un interés muy grande por la nueva escritura latinoamericana, echan mano a los escritores que tienen más cerca, y nos invitan mucho, a Santiago Roncagliolo, Iwasaki o a mí. Eso no nos hace necesariamente mejores, sino que les sale más barato invitarnos. Ahora, Fernando y Santiago me parecen dos estupendos escritores. Como son reconocidos allá Cueto y Bayly, al que he notado que aquí le mezquinan mucho.¿A ti te gusta Bayly?
Unas cosas sí y otras no. Es un tipo que ha escrito diez novelas, mucho más que un camión de otros escritores, y yo sé lo difícil que es eso, requiere de mucho tiempo. He leído «Los últimos días de La Prensa», «La noche es virgen» o esta última, «El canalla sentimental», que me parece destacable hasta donde he llegado a leer. Creo que le mezquinan su situación de escritor por su faceta en el espectáculo y la televisión.¿Los círculos literarios españoles admiten a los escritores peruanos con facilidad?
Estamos plenamente integrados. En España hay una actitud muy positiva. Cuando llegamos como que hay una mirada de respeto, muy sutil, pero de ninguna manera nos miran por sobre el hombro. Yo participo activamente de la vida cultural española y lo mismo le ocurre a Fernando. Bueno, también hemos ganado el derecho a piso.¿También estás sometido a las influencias que sienten los escritores españoles?
Nunca me lo había planteado así. Pero uno es su evolución, sus lecturas y yo con veinte años en España aún no he escrito nada de allí. Mi última novela transcurre en muchas ciudades: arranca en Damasco y termina en el Cusco, es quizá la primera novela europea que escribo, aunque con personajes peruanos, porque me resulta muy difícil inventar un personaje no peruano, imitando un acento que ni siquiera se me ha pegado oralmente. Pero no sé qué ocurrirá en el futuro. Me siento peruano y español, tengo mi novia y mis amigos allá, me han abierto las puertas y tengo la nacionalidad española. Pero eso no me quita un ápice de peruanidad.¿Has tenido la tentación de regresar al Perú?
Por el momento no. Me gusta mucho venir de vacaciones a ver a los amigos, pero Lima es una ciudad incómoda para mí, porque es muy grande y mal comunicada. Yo vivo en Madrid por la Plaza Mayor y a todo voy caminando. No he cogido un auto desde que salí de Tenerife y creo que ya no podría conducir. Aquí peor, sería la locura; me abruman mucho las distancias. Además allá tengo mi biblioteca cerca, mis cafés, muchas cosas.
Entrevista por Enrique Sánchez Hernani aparecida en El Dominical este domingo.