En mi caso, el libro insignia de Milan Kundera fue la novela
La insoportable levedad del ser. En aquel tiempo, compartí la lectura con mi apreciado amigo Pedro Castillejo. Hubo largas conversaciones en donde nos enfrascamos, obsesivamente, en el desciframiento de sus claves y el planteamiento de sus enunciados. Bueno, la noticia es que Milan Kundera, el escritor, el pensador, el rebelde, el héroe. Luego el Milan Kundera delator y cómplice de la dictadura comunista, ahora regresa del ostracismo con una nueva publicación, «El encuentro». La nota aparecida en la
Revista Abc dice:
Tras cuatro años de silencio, el escritor checo, afincado en París, Milan Kundera vuelve al panorama editorial con un ensayo en el que reflexiona sobre sus creadores favoritos y sobre los temas que están soterrados en sus novelas: el exilio, la literatura, la pintura, la música, la muerte, la memoria o la guerra.
«Un encuentro» es el título del libro que, editado por Tusquets, aparecerá esta semana en las librerías. Y, en él, habla sin pelos en la lengua y sin acomodarse a conceptos políticamente correctos sobre sus creadores preferidos, situándolos en el marco que él cree correspondiente.
Milán Kundera (Brno, 1929), que vive en Francia desde los años 70, cuando se exilió, acaba de cumplir 80 años y sigue siendo totalmente reacio a dar entrevistas. Con una vida en París marcada por el deseo de anonimato, el escritor se vio envuelto en la polémica a finales del pasado año, cuando un semanario checo le acusó de haber traicionado y delatado en 1950 a un joven anticomunista y de haberle entregarlo a la policía del régimen. El autor de «El libro de los amores ridículos» negó la acusación y exigió una rectificación a la publicación.
Dejo un fragmento de El libro entre la risa y el olvido
«La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las biografías y la historia. »