A PROPÓSITO DEL POEMARIO
DE HENRY ZAPATA
La literatura es una forma de historia en donde los hechos se cuentan sin la limitación racional a la que obligan las Ciencias Sociales. Cuántas veces hemos recurrido a una novela para poder comprender un momento de nuestra historia. Cuántas veces la poesía señala mejor las sensaciones que de una etapa mala o buena del tiempo que nos tocó vivir.
De otro lado, no está, ni siquiera totalmente iniciado, todo el proceso de comprensión de los dramáticos acontecimientos que nos tocó vivir durante el apogeo del terrorismo. Y peor aún: ¿Todo eso ya terminó? ¿Sí? ¿Seguros? Y otra vez, la literatura comienza a navegar por esos momentos ayudado por la memoria colectiva y por ese temor que aun no ha terminado, pero que ya tiene cierta distancia que afina la perspectiva. Las narraciones y los poemarios se suceden unos tras otros buscando verbalizar lo que por años era, más bien, una sensación de pesadilla que no terminaba nunca.
Leo algunos poemas del Henry Zapata, y recuerdo que la violencia fue mucho más cruel en otros lugares del país. Pero, principalmente, recuerdo que la violencia nos contagió a todos como un parásito que distorsionó nuestros valores. Hubo un tiempo en que queríamos matar casi con la misma saña con la que nos mataban.
Leo otros poemas de Zapata y no quiero discutir la forma ni la técnica. Sólo quiero sentir al escritor que evoca momentos que para él fueron de carne, hueso y bala.
DESEOS PROFANOS
Hoy, yo quisiera
jugar con tus cabellos,
llevarte entre mis hombros por las punas,
oler tu cuerpo de hierbas.
Hoy, yo quisiera
hacerte madre de mis alegrías,
madre de todas mis ironías,
madre de mis hijos
(de aquellos que nunca tuvimos).
Hoy, yo quisiera
acaso tenerte un solo instante
para irme contigo de este mundo
callado y sin testigos.
Hoy, yo quisiera muchas cosas,
pero hace tantos años que no te veo,
tantos años que esas manchas rojas
te arrancaron de mi sendero,
éste que hoy te aguarda cubierto de soledad.